jueves, 3 de noviembre de 2016

Del Atasco como figura de la Tiranía.







Lo dijo Montesquieu que de esto sabía un rato: la primera característica y la producción mayor de la tiranía es el aislamiento, la fragmentación de cualquier forma de socialidad a resultas del temor y la sospecha que la tiranía da en generalizar. El aislamiento se vuelve así una categoría central y consigue separar tanto al tirano de sus súbditos como a éstos mismos entre sí.

Como consecuencia o a la par de este aislamiento, aparecen dos rasgos más que sólo aparentemente se contradicen. Se trata de la comparecencia simultánea de fuerza e impotencia.
En efecto, el tirano puede ser fuerte, y también pueden serlo, por separado, sus súbditos, pero como ha explicado Hannah Arendt, no se debe confundir la fuerza con el poder... puesto que propiamente, el poder, “sólo surge de la pluralidad, del actuar y hablar juntos, que es la condición de todas las formas de organización política”1.
Así en la medida en que la fuerza del tirano no logra articularse con una comunidad, no genera poder sino impotencia.

Si pensamos juntamente esos tres rasgos intímamente relacionados entre sí: aislamiento, fuerza e impotencia... obtendremos de inmediato la imagen perfecta del atasco. ¿Qué otra cosa es toda autopista atascada que una precisa combinación de aislamiento, fuerza e impotencia?
Tanto es así que cabría preguntarse si acaso esa trabazón de aislamiento, fuerza e impotencia no nos podría servir para pensar la estupidez y en consecuencia la consistencia misma de la inteligencia.

Nos servirá también para reconsiderar lo que se ha llamado, con más o menos fortuna, empoderamiento. Sabremos ahora que habrá que ir con cuidado para no limitarnos a dar "fuerza" -repartiendo armas de fuego por doquier- sin advertir que no por ello acceden a poder alguno. Semejantes inyecciones de fuerza no merecen propiamente el nombre de empowerment, antes bien lo que sugieren es un exabrupto de fuerza mal distribuida, lo dice Arendt así de bonito cuando las describe como “fuerzas impotentes que se agotan en sí mismas, a menudo espectacular y vehementemente sin dejar nunca de ser futiles y sin dejar detrás suyo rastro alguno de monumentos ni historias”2.

El verdadero “empowerment” tendra que deshacer el atasco de aislamiento, fuerza e impotencia en el que nos achicharramos. Y para ello no habrá más remedio que recuperar nuestra capacidad para auto-organizarnos en comunidades modales que repartan juego y produzcan autonomía, produzcan un poder que emerge del co-munere -del desempeñar juntos una función, un deber- y sólo en él pervive. Un poder cuya “única limitación es la existencia de otra gente, pero esta limitación no es accidental, puesto que el poder humano está en estricta correspondencia, para empezar, con la condición de la pluralidad”3.

El atasco y la tiranía se rompen sólo desde la auto-organización y como hemos aprendido de la Panarquía, la auto-organización sucede orientándose sucesiva o simultáneamente hacia la revuelta y la memoria.

Revuelta para poner en juego la pluralidad de disposiciones que se encontraban anquilosadas y fuera de uso.
Memoria para redescubrir todo aquello que ya estaba ahí: en la cuneta de las carreteras o en la cuneta de nuestros propios cuerpos, vehículos y gadgets.

El atasco se rompe generando modos de relación capaces de ofrecernos no sólo sentido y orientación sino una muestra de lo que podemos hacer y lo que acaso tenemos que hacer.

1 Hannah Arendt, The human Condition, pág. 201
2 … impotent forces that spend themselves, often spectacularly and vehemently but in utter futility, leaving behind neither monuments nor stories
3 The only indispensable material factor in the generation of power is the living together of people...
isolation, power springs up between men when they act together and vanishes the moment they disperse H. Arendt, The human Condition, pág. 201

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