miércoles, 17 de febrero de 2021

Eulabeia y Akedeia como claves del pensamiento estético.

 


Eulabeia y Akedeia como claves del pensamiento estético.



La cuestión que me planteó es la de la pertinencia que puedan tener determinados términos del vocabulario griego arcaico para ayudarnos a entender las derivas en las que se ha metido buena parte del arte moderno y contemporáneo.


En concreto partiré de considerar dos palabras que no han llegado hasta nosotros más que de una forma harto deformada, pero que resultan absolutamente centrales a la hora de entender el sentido de la “religiosidad” vigente tanto en la cultura homérica como en la obra de Hesiodo;


Las palabras en cuestión son Eulabeia y Akedeia.


Eulabeia podría traducirse como “atención cuidadosa” y alude al tipo de relación que mantenemos con las cosas y las personas permitiendo que éstas se muestren en todo su esplendor, en toda la gloria que les es inherente. En los escritos homéricos la Eulabeia aparece como un refinado talento para escuchar y el ejercicio continuado de este talento. (Kerenyi, 1999: 160).

Este particular talento se organiza a través de la articulación de dos formas de respeto que los antiguos llamaban Sebas y Aidos que, mal que bien, podríamos traducir como asombro y pudor, pero que como veremos están llenas de matices que no pueden ignorarse.


Sebas, de sebein y sebesthai connota el detenerse ante algo con asombro no exento de cierto temor reverencial. Así “sebas” fue lo que sintió Telemaco ante el esplendido palacio de Esparta y sebas lo que siente Odiseo ante la divina belleza de Nausicaa... sebas sienten dioses y hombres ante la flor del narciso que la madre tierra hizo brotar para tentar a Perséfone.(Kerenyi, 1999: 65)


Aidos además de remitirnos a lo pudoroso, nos plantea una forma de veneración basada en la visión convincente. Hecuba quiere provocar Aidos en Hector cuando le muestra el pecho para convencerle de que vuelva a refugiarse en los muros de Troya. Aidos si bien tiene un carácter más activo que el asombro de Sebas, se despliega también poniendo en juego una suerte de modestia que preve y contrapesa el orgullo, la Hybris.


El término Eulabeia fue traducido en latín como “religio” y el caso es que si indagamos en las etimologías propuestas para “religio”veremos cómo aparece de nuevo la “atención cuidadosa”, el talento para la escucha que estaba presente en la Eulabeia. Ese es el vínculo oculto que está presente, tanto si se opta por la etimología que vincula “religio” con re-ligare1 como con la que remite a re-legere2; en ambos casos se pone en obra una atención cuidadosa bien hacia los demás miembros de nuestra comunidad o bien hacia los textos y los rituales que hay que observar.


Por eso lo opuesto a la Eulabeia, a lo religioso no es lo laico, sino lo negligente.


En la Grecia arcaica esa negligencia se entendía como una falta de atención, de respeto, y se le llamará Akedeia. Akedeia significa literalmente “ausencia de cuidado” y se emplea, por ejemplo en la Iliada, para aludir a la falta de la consideración debida a los muertos. Esa Akedeia -en la que se juntan orgullo y brutalidad- aparece siempre vinculada con formas de tristeza o pesar. La “kedeia” que se niega aquí tiene que ver con la deshonra de las obligaciones hacia nuestros parientes y aliados.


Homero lo usa tanto para referirse a los soldados que son indiferentes ante un camarada, como para referirse al cuerpo de Héctor que yacía insepulto y deshonrado en el campamento de los aqueos («Héctor yace descuidado en medio de las chozas»).

Hesíodo  en la Teogonía usa Akedeia como una forma de «indiferencia» -como forma de orgullo- que lleva a la perdición al guerrero que ha vencido en una pelea o competición: ἀνίκητος καὶ ἀκηδὴς, «invicto y descuidado».



¿Cómo puede ser que estas palabras, antiguas, olvidadas o tergiversadas3, puedan tener aún alguna relevancia para el pensamiento estético contemporáneo?


El caso es que no hará falta que nosotros llevemos todas estas palabras al ámbito de las discusiones en las que se ventila la deriva del arte moderno y contemporáneo. De hecho son estas mismas derivas, estos giros afectivos, relacionales y en última instancia modales del arte contemporáneo los que han ido acercándose al campo semántico que trata de la auto-organización de nuestras vidas como individuos y comunidades.


Esto puede bien ser observado en la pugna -sostenida sobre todo en la segunda mitad del siglo XX- por devolverle al arte y la sensibilidad un caráter situado, arraigado en la corporeidad, los sentidos y sus memorias. Esto resulta especialmente tanto en el arte feminista y queer como en trabajos como los de Dewey en su empeño por concebir el arte como experiencia.


Del mismo modo, una de las tendencias más recurrentes ha sido la de poner en primer plano el carácter relacional4 de las prácticas artísticas. Ello ha supuesto que a las caracterizaciones formales, iconológicas o conceptuales que han organizado las concepciones más normalizadas del arte, se ha ido uniendo una sólida tendencia a acercarnos al arte como repertorio de “modos de hacer” (De Certeau), modos de ver (Berger)... modos de relación en suma mediante los que aprehender tanto las diferentes poéticas con las que trabaja los artistas, como las apropiaciones que de las mismas hacen los espectadores emancipados como Ranciere manda.


Quizás podría pensarse que esta lógica de la atención cuidadosa, si bien está presente en parte de los desarrollos más recientes de las artes vivas en tanto prácticas situadas y relacionales, no deja de tener una importancia muy marginal en relación al conjunto de las artes, sobre todo si las consideramos a lo largo de toda su historia y en su presencia en las más diversas culturas...


Pero hete aquí que justo eso es lo que viene a impugnar la obra de la antropologa Ellen Dissanayake que ha dedicado toda su investigación a identificar un principio o procedimiento capaz de dar cuenta en términos evolutivos de la aparición y la pervivencia del arte y las más diversas formas de la sensibilidad estética. Dicho principio radica en lo que Dissanyake llamará “making special”, un hacer especial mediante el cual convertimos cualquier quehacer en algo que debemos tener presente, puesto que nos aporta una inteligencia concreta y difícilmente sustituible de los procesos de auto-organización que nos constituyen como especie y como cultura.


Creo que no es en absoluto arriesgado sostener que el campo semántico y sobre todo pragmático del “making special” de Dissanayake y el de la Eulabeia o “atención cuidadosa”, pueden bien confluir en el repertorio de conductas y proceimientos que Roger Caillois llamaba lo sagrado concebido como aquello a lo que no podíamos acercarnos, aquello que no podíamos tocar sin riesgo, acaso porque un sentimiento de dependencia íntima retiene, contiene y dirige todos nuestros impulsos y en el que nos vemos comprometido sin reservas (Caillois, 1984: 9)


El arte, el gran arte siempre se ha reconocido por su capacidad para construir ese sentimiento de dependencia íntima, aquello que Lukács llamaba un “medio homogéneo”, en relación al cual podemos comprometernos también nosotros sin reservas.









Referencias



Berger, John, Modos de ver, Gustavo Gili, Barcelona, 2106


Bourriaud, Nicolas: Estética relacional, Adriana Hidalgo editores, Buenos Aires, 1998


Caillois: El hombre y lo sagrado, Fondo de cultura económica, México, 1984


Ciceron: De natura deorum, Harvard University Press, Cambridge, 1994


Dewey, John: Arte como experiencia, Paidos, Barcelona, 2008


Dissanayake, Ellen: Arts and Intimacy, University of Washington Press, 2012


Genette, Gerard: La relación estética, Lumen, Barcelona, 1999


Homero, Iliada. Ediciones Ibéricas, Madrid, 1965


Hesiodo, Teogonía. Dykinson, Madrid, 2014


Kerenyi, Carl: La religión antigua, Herder, Barcelona, 1999


Lactancio: Divinae Institutiones. Gredos, Madrid, 1990






1Como hace Lactancio en sus Divinae Institutiones IV, 28 para quien nos hallamos unidos y vinculados (religati) a Dios por este vínculo de la piedad. De aquí toma el nombre la religión misma...

2Como propone Ciceron en su De natura deorum, II, 72 según el cual a «aquellos que vuelven diligentemente con el pensamiento, por así decir, como si repasaran lo que concierne al culto de los dioses, se les llama religiosi legendo, de la misma forma que elegantes viene de eligendo, y de diligendo los diligentes y de inteligendo los inteligenti»

3Akedeia acabó derivando en la “acedia” medieval que se confunde a veces con la melancolía y que conlleva matices de frustración, aburrimiento y depresión... También aquí el desplazamiento semántico es del mayor interés puesto que aquello que el pensamiento patrístico y medieval entenderá por acedia no es ya lo mismo que la Akedeia griega, pero se podría pensar que alude a sus consecuencias en nuestras vidas. Así las dinámicas de frustración, aburrimiento y depresión pueden bien ser relacionadas con una cultura de la negligencia, con la ausencia sistemática de cuidado, atención y escucha.


4Todo esto ha sido popularizado con diferentes grados de acierto por teóricos de la Estética relacional como Nicolas Bourriaud o Gerard Genette.