viernes, 23 de diciembre de 2016

Teoría del Cuñado y Esbozo del Cuñatronic


Teoría del cuñado.


1.0 El cuñado debe ser soportado.

1.0.1 El cuñado puede o no ser querido, eso es lo de menos, pero debe ser soportado si el mundo no debe hundirse.

1.0.2 Nadie quiere ser cuñado, pero la cuñadeidad sucede de modo implacable.

        1. Esto es así porque el cuñado soporta sobre sus sufridas espaldas todo el peso del orden del mundo.
        2. El cuñado es el residuo estéril de todo régimen cultural basado en la prohibición del incesto.


1.0.3 El cuñado concentra sobre sí de modo orgánico todas las rencillas, todos los malentendidos, todos los agravios que, inevitablemente, cualquier familia genera.

1.0.32.1 Así todo lo malo que hemos hecho y todo lo bueno que hemos dejado de hacer es siempre culpa del cuñado al que ya no podemos “ver” si no es transfigurado por toda esa mala baba cósmica.

1.0.3.1 Gracias al cuñado han dejado de ser necesarios los sacrificios humanos. Con el cuñado se abrió así una nueva etapa de la humanidad: el Cuñadoceno


1.1 Ser un cuñado duele.

1.1.0 Que el cuñado deba ser soportado (1.0) otorga una dimensión trágico-patética al cuñado. El cuñado concentra sobre sí el odio y no puede dejar de hacerlo de si el mundo no debe hundirse (1.0.1). Por eso, (1.1) ser un cuñado duele. QED.

1.2 Tener un cuñado es engorroso

1.2.1 Que el cuñado deba ser soportado (1.0) significa que el cuñado no puede ser suprimido aun en situaciones en las que no sabemos bien qué hacer con él o donde ponerlo. Por eso, tener un cuñado es engorroso (1.1 QED)


1.3 El cuñado perfecto debería ser alguien incapaz de sentir o padecer para así conjurar 1.1 y alguien infinitamente modulable y adaptable, para así minimizar 1.2.

...

Esbozo del Cuñatronic 

(Proyecto de inteligencia artificial desarrollado con el colectivo "Chapa y Pintura")


2.0 Cuñatronic es la respuesta evolutiva adecuada y tecnológicamente viable, por fin, si queremos mantener la prohibición del incesto y evitar la impiedad antropológica que supone ser o tener un cuñado.

2.1 Cuñatronic es un híbrido de monigote -como todo cuñado- e inteligencia artificial modulable.

2.1.1 Cuñatronic seguirá recibiendo los improperios, sufriendo las rechiflas y siendo objeto de los habituales escarnios que corresponden al cuñado de toda la vida... pero no provocará sufrimiento humano innecesario por su carácter de monigote.

2.1.2 Cuñatronic vendrá equipado de serie con varias modalidades de cuñadez electrónica pudiendo saltar de unas a otras mediante un mando a distancia provisto a tal efecto (pilas no incluidas) o un mecanismo sensible oculto en su monigotesca pantorrilla: una patada por debajo de la mesa hará que el cuñatronic pase del modo jocoso al modo modoso, otra patada y pasará al modo lamentoso, otra más y el cuñatronic se limitará a suspirar y recitar citas de Beckett, Cioran y Espezanza Aguirre (después de perder la alcaldía)

jueves, 17 de noviembre de 2016

Ningún hombre es una isla




Ningún hombre es una isla, puesto que todos somos, decía John Donne1, piezas de un gran continente, partes de un conjunto... por mucho que esas partes aparezcan a nuestros ojos como si estuvieran aisladas, como si estuvieran separadas entre sí por charcos más o menos profundos, turbios o incluso malolientes.
Tiene razón nuestro poeta aunque, eso sí, para ser justos habría que continuar el razonamiento y decir que no sólo ningún hombre es una isla, sino que, propiamente hablando, tampoco ninguna isla es una isla... o si queréis que aquello que llamamos islas no son sino los picos emergentes de sistemas geológicos sumergidos.

Esto tiene su interés si volvemos de las islas a los hombres, y sobre todo a su producción artística y sus experiencias estéticas. Consideraremos que también éstas, incluso cuando se nos presentan como islas, son en verdad los picos emergentes de sistemas morfológicos sumergidos, de lenguajes de patrones que preceden a las obras o las experiencias y que se ven -a la vez- desafiados y confirmados, o no, por estas. El saber del esteta, como el del geólogo, aparece siempre después de que su objeto de estudio -la islaobra- se haya formado... pero es relevante no porque se limite a comentar la jugada, sino porque habla de cosas -los sistemas morfológicos o los juegos de estratos, categorías y valores- que estaban ahí antes de que dicho objeto se perfilara.
La reflexión estética aparece entonces después y antes (en ese orden) de que la obra de arte o la experiencia estética aparezcan.

La diversidad y extensión de los sistemas morfológicos ayuda a entender que algunas de estas obras-islas parezcan haber surgido de la nada, en medio del oceano sin estar relacionadas, aparentemente, con ninguna otra. Mientras que otras islas-obras aparecen agrupadas formando archipiélagos y guardan por ello un característico aire de familia dotado de un estilo propio. Y ya se sabe que “el estilo es la isla”.

Por suerte para nosotros, ya la historia del arte canónica y canonizante se ocupa de trazar mapas de todas esas islas y archipiélagos, describiendo minuciosamente eso que asoma por encima del agua, e incluso organizando visitas guiadas, viajes de novios y todo tipo de saraos en esas islas, esos picos emergentes.

Con este importante sector cubierto y atendido, los estudiosos de la estética podemos dedicarnos alegremente a una de nuestras tareas preferidas: la prospección y el análisis de esos sistemas morfológicos sumergidos, de esos lenguajes de patrones, cuya combinación y trama es la que da lugar a aquello que finalmente percibimos como una obra o una experiencia distintivamente estética, como un medio homogéneo que se presenta objetivado ante nosotras.

Esta especie de indagación genealógica de islas y archipiélagos nos permite entender que es
de alguna manera redundante hablar de estéticas del procomún, puesto que, al cabo, todas las estéticas lo son. A no ser la isla de basura y plásticos que existe en mitad del Pacífico o alguna otra isla de similar calado que quepa recordar en el atribulado mundo del arte, no hay estética ni isla que flote libremente en el agua, puesto que no hay estética ni isla que no emerja de alguna suerte de procomún, de lenguaje explícita o implícitamente desarrollado en común a lo largo de tiempos más largos que los de la vida de un único individuo. Esto, como nos enseña la teoría de estratos, no significa que la producción artística pueda reducirse a esos lenguajes comunes, antes al contrario significa que las obras de arte y las experiencias estéticas lo son sólo porque en cierta medida emergen de ese sustrato común y al hacerlo nos traen algo que no estaba contenido en los ingredientes que le han dado lugar.


Pero esto será sólo el comienzo, porque además de esa apuesta, que veremos enseguida, hay algunas cuestiones más que, de suyo, van implícitas en nuestra hipotesis de isleños reflexivos.

La primera es que un rasgo clave de todos estos procomunes, de estos sistemas morfológicos sumergidos es que funcionan desde la auto-organización. Esto indica, como ya hemos dicho, que sus resultados no son previsibles de forma lineal sino que a cada paso que dan incorporan novedades categoriales que les hacen ser emergentes. La apuesta por la auto-organización de los lenguajes indica también que no vamos a comprar teorías de la creatividad o el poder como fenómenos aislados o encastillados sino que estudiaremos ambos, creatividad y poder, como consecuencias de la asociación y la distribución.

La segunda es que esta auto-organización tomará diferentes matices en función del estrato2 al que pertenezcan los sistemas en cuestión. Esto supone reconocer que la complejidad y el libre juego de las facultades se hallan en el núcleo mismo de lo estético3.

La tercera es que en el dominio de lo estético lo que encontraremos serán siempre aleaciones, encabalgamientos de diferentes estratos-sistemas morfológicos dando pie a cada uno de los modos de relación4 mediante los que podemos entender tanto nuestra sensibilidad como la potencia de las obras de arte.


La inteligencia conjunta de estas tres cuestiones proporcionará la idea fuerza, la idea final de la Estética modal, que no se concibe sino como un instrumento para entender por fin la complejidad y la potencia de la auto-organización y sus resultados en la estética y -huelga decirlo- fuera de ella.


1No man is an Iland, intire of itselfe;  every man /  is a peece of the Continent, a part of the maine; John Donne, MEDITATION XVII, incluido en Devotions upon Emergent Occasions. 
2Así la belleza de los cristales y arabescos, la de los cuerpecillos y ecosistemas, la de los juegos de memoria y recursividad presentes en lo músical y lo cinematográfico o la de los modos de hacer que traman la producción de socialidad deberán investigarse en su especificidad y potencia características. Y es que la clave, tras décadas de investigaciones en relación con la cimática, la morfogénesis, la gestalt o los estructuralismos lingüisticos, estará precisamente en dotarnos de una inteligencia de mayor orden, de una teoría de estratos que nos permita sacar cada una de estas investigaciones de su ensimismamiento más o menos soberbio y corto de miras, encabalgando por así decir, unas aportaciones con otras y aplicándoles las leyes de la emergencia y la autonomía que son de rigor en cualquier teoría de estratos.
3 “la pluralidad de las artes no es ningún resultado de la diferenciación de un principio estético unitario (o de la idea estética, como dirían los grandes filósofos idealistas); es más bien el hecho originario de lo estético, y el principio estético no puede conquistarse -intelectualmente, no ya al nivel de lo inmediatamente estético- más que llevando a consciencia filosóficamente lo que tienen en común aquellos medios homogéneos.” G. Lukács, Estética, Tomo II, pág. 144
4 Como mostró Hartmann en su Estética, no hay obra de arte ni experiencia estética en la que en muy diversos grados y proporciones no se pongan en juego toda la copia de estratos y sus correspondientes categorías (lo teleomático, teleónomo, teleológico...) y valores...

domingo, 13 de noviembre de 2016

El "karoshi" como atasco laboral.


En abril de 2015 una prospera empresa de publicidad llamada Dentsu, contrató a Matsuri Takahashi, una joven japonesa de 24 años. En diciembre de ese mismo año Matsuri se suicidó. Había estado trabajando en Dentsu tan sólo ocho meses, pero en todos ellos se vio obligada a trabajar día y noche, haciendo una media de 130 horas extra al mes hasta que no pudo más, cayó en una depresión y acabó con su vida.


El caso de Matsuri no es en absoluto raro. Cada año unas 30.000 personas, en su mayoría hombrecillos de entre 40 y 50 años (ups!) se suicidan en Japón por causas relacionadas con el karoshi, o exceso de trabajo. Pero el problema, al parecer, va mucho más allá de estas cifras, puesto que según el gobierno japonés -que no es precisamente notorio por su anticapitalismo radical- algo más del 20% del conjunto de la gente trabajadora está en riesgo de muerte, no de depresión o de mala vida, sino directamente en riesgo de muerte, por esto del karoshi.

El primer caso conocido de karoshi fue reportado en 1969, cuando un empleado de una gran compañía de periódicos falleció de un ataque al corazón con tan sólo 29 años después de pasar semanas trabajando sin parar y sin apenas dormir. Los casos siguieron produciéndose y ya en 1978 hubo tantos que hubo que ponerle un nombre a la cosa. Ahí se empezó a hablar de “karoshi”. Y aunque pronto empezaron a realizarse estudios y a publicarse libros parece que costaba entender que no era un problema particular de este o aquel trabajador particularmente flojo, sino que se trataba de un problema de salud pública, un problema que afectaba a toda la sociedad y que era el producto de un modo de relación que se iba generalizando y que ponía tan por delante los intereses corporativos de los del trabajador que llegaba literalmente a matarlo.



Si las cosas pintaban feas ya en los años 70, cuando se pusieron realmente serias fue después de la crisis de principios de los 90, cuando las empresas “tuvieron que hacer” recortes de personal y ajustes para poder mantener sus niveles de beneficio. Para ello se pidió a los trabajadores -a los que no se habia despedido aun- que asumieran unas jornadas laborales que iban mucho más allá no sólo de las 8 horas diarias sino incluso de las 50 horas extras por mes que estaban amparadas por la ley.
Lo normal, en empresas como Dentsu, es que los empleados hagan hasta 150 horas extras al mes.
Eso supone duplicar el tiempo de trabajo y por tanto suprimir la mitad del resto de tu vida.
Así que no es extraño que el personal se atasque y colapse donde buenamente pueda.


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Y es que el karoshi es una manifestación más, una cara más de ese diamante que estamos llamando “atasco”. En el karoshi se reconoce la figura del atasco porque como es habitual en todo atasco, lo que sucede aquí es una concentración desmedida de la demanda, en este caso de la demanda que se hace no sobre un sistema viario o de comunicaciones sino sobre las capacidades y la resistencia del trabajador. Es el organismo mismo del trabajador el que se atasca sometido a un régimen de tráfico de capital que no puede sino resultar letal.
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Bajo este régimen atascado los que tienen trabajo aceptan las condiciones que les impongan porque saben que si se quejan o desobedecen hay una legión de candidatos a aceptar las condiciones que ellos acaban de rechazar. Igual que en un atasco se tiene la clara sensación de que si te sales de la fila quedarás arrumbado en la cuneta sin lugar adonde ir... y quien sabe si podrás volver a entrar.

El atasco arraiga desde luego en nuestro miedo a quedar fuera de juego, pero su razón de ser nada tiene que ver con nosotros ni nuestros más peregrinos deseos: el atasco está ahí, desde el típico atasco vacacional hasta el del karoshi, para maximizar los beneficios del capital y mantenernos en la precariedad, esto es en condición menesterosa.
“Precario”, etimológicamente1, es alguien que ruega, alguien que ha sido puesto en la posición de máxima dependencia de quien solo puede rogar, hacer “plegarias”.
El precario como el atascado no puede cuestionar las condiciones de su juego, sino que tiene que limitarse a acatar aquellas que le han sido dadas, aguantar al sol dentro de su caja y no abandonar bajo ningún concepto el atasco.

El karoshi es importante para nuestra reflexión sobre el atasco puesto que plantea el escenario en el cual ya sólo queda salirse de la cola o reventar en ella...




1La palabra precario proviene en su etimología del latín “precarius” cuyo significado derivado del verbo “precare” es lo obtenido por favor o súplica.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Del Atasco como figura de la Tiranía.







Lo dijo Montesquieu que de esto sabía un rato: la primera característica y la producción mayor de la tiranía es el aislamiento, la fragmentación de cualquier forma de socialidad a resultas del temor y la sospecha que la tiranía da en generalizar. El aislamiento se vuelve así una categoría central y consigue separar tanto al tirano de sus súbditos como a éstos mismos entre sí.

Como consecuencia o a la par de este aislamiento, aparecen dos rasgos más que sólo aparentemente se contradicen. Se trata de la comparecencia simultánea de fuerza e impotencia.
En efecto, el tirano puede ser fuerte, y también pueden serlo, por separado, sus súbditos, pero como ha explicado Hannah Arendt, no se debe confundir la fuerza con el poder... puesto que propiamente, el poder, “sólo surge de la pluralidad, del actuar y hablar juntos, que es la condición de todas las formas de organización política”1.
Así en la medida en que la fuerza del tirano no logra articularse con una comunidad, no genera poder sino impotencia.

Si pensamos juntamente esos tres rasgos intímamente relacionados entre sí: aislamiento, fuerza e impotencia... obtendremos de inmediato la imagen perfecta del atasco. ¿Qué otra cosa es toda autopista atascada que una precisa combinación de aislamiento, fuerza e impotencia?
Tanto es así que cabría preguntarse si acaso esa trabazón de aislamiento, fuerza e impotencia no nos podría servir para pensar la estupidez y en consecuencia la consistencia misma de la inteligencia.

Nos servirá también para reconsiderar lo que se ha llamado, con más o menos fortuna, empoderamiento. Sabremos ahora que habrá que ir con cuidado para no limitarnos a dar "fuerza" -repartiendo armas de fuego por doquier- sin advertir que no por ello acceden a poder alguno. Semejantes inyecciones de fuerza no merecen propiamente el nombre de empowerment, antes bien lo que sugieren es un exabrupto de fuerza mal distribuida, lo dice Arendt así de bonito cuando las describe como “fuerzas impotentes que se agotan en sí mismas, a menudo espectacular y vehementemente sin dejar nunca de ser futiles y sin dejar detrás suyo rastro alguno de monumentos ni historias”2.

El verdadero “empowerment” tendra que deshacer el atasco de aislamiento, fuerza e impotencia en el que nos achicharramos. Y para ello no habrá más remedio que recuperar nuestra capacidad para auto-organizarnos en comunidades modales que repartan juego y produzcan autonomía, produzcan un poder que emerge del co-munere -del desempeñar juntos una función, un deber- y sólo en él pervive. Un poder cuya “única limitación es la existencia de otra gente, pero esta limitación no es accidental, puesto que el poder humano está en estricta correspondencia, para empezar, con la condición de la pluralidad”3.

El atasco y la tiranía se rompen sólo desde la auto-organización y como hemos aprendido de la Panarquía, la auto-organización sucede orientándose sucesiva o simultáneamente hacia la revuelta y la memoria.

Revuelta para poner en juego la pluralidad de disposiciones que se encontraban anquilosadas y fuera de uso.
Memoria para redescubrir todo aquello que ya estaba ahí: en la cuneta de las carreteras o en la cuneta de nuestros propios cuerpos, vehículos y gadgets.

El atasco se rompe generando modos de relación capaces de ofrecernos no sólo sentido y orientación sino una muestra de lo que podemos hacer y lo que acaso tenemos que hacer.

1 Hannah Arendt, The human Condition, pág. 201
2 … impotent forces that spend themselves, often spectacularly and vehemently but in utter futility, leaving behind neither monuments nor stories
3 The only indispensable material factor in the generation of power is the living together of people...
isolation, power springs up between men when they act together and vanishes the moment they disperse H. Arendt, The human Condition, pág. 201

domingo, 30 de octubre de 2016

Atasco en el Everest









Desde que alla por Mayo del 2012 el montañero alemán Ralf Dujmovits hizo esta foto y le dio la vuelta unos 40 grados para que todo pareciera más épico, se ha puesto de manifiesto lo que ya venía siendo evidente desde hacía bastantes años: el atasco está en todas partes, incluso en las zonas más difícilmente accesibles del planeta, como el Everest. Hasta 500 personas al día han llegado a acumularse en las cordadas para subir a lo más alto.
La cosa se pone especialmente seria en uno de los tapones que se monta por encima de los 8.000 metros, donde los escaladores han de esperar a veces hasta dos y tres horas.
El peligro de las congelaciones y que precisamente a partir de los 8000 sea cuando empieza a registrarse lo que los montañeros llaman deuda de oxígeno, contribuye a darle emoción al atasco.

Aunque bueno, en esto de la emoción cada cual hace -o cree poder hacer- lo que le sale del papote y el mismo Ralf Dujmovits recuerda a un estadounidense que se empeñó en subir con una bicicleta, “porque ese era su sueño”.
Claro que a lo mejor te toca subir con una bici y bajarte con un muerto a cuestas: sólo en los últimos 840 mtrs hay 41 cadaveres sin recoger que a su manera forman su propio y parsimonioso atasco.




Y además de atasco de cuerpos, vivos y muertos, hay por supuesto un atasco de basura. Cada montañero abandona a su paso, ambos lados de la cordada unos 6 kgs de basura, sin contar con las botellas de oxígeno y los residuos humanos que, congelados, duran más tiempo. Si contamos que la cima ha sido alcanzada por unos 4000 excursionistas, nos salen unos 24.000 kgs de basura. Seguramente a estas alturas sea más disfrutable un paseo por el vertedero de Valdemingomez que por la ladera del Everest. 


Eso no obsta para que las cifras de paseantes de alta montaña sigan subiendo y subiendo pese a que -o quizas porque- el coste medio de la expedición es de unos 60.000 euros por persona.

Volviendo a la foto del fenomenal atasco que hiciera Dujmovits, cabría pensar que sólo de ver la foto de marras se le habrían pasado las ganas a la gente de apuntarse al tema. Pero ni el mismo fotografo está muy seguro al respecto: “Por un lado, mi esperanza es que el número de escaladores  se redujera al ver la foto, pero también tengo miedo de que el Everest se vuelva aún más popular, que la gente empiece a pensar: “Si hay tanta gente, yo también puedo sumarme a la cola


Y esa es la cuestión con la que queremos conectar ahora. Igual que sucede en las colas de los aeropuertos, la clave del atasco no está -como hemos dicho- en considerarlo un incidente poco menos que odioso o inevitable. 

La relevancia del atasco radica en su capacidad para generar “valor”.

Cualquier tipo de cosa puede valer mucha pasta -un cuadro de Damien Hirst, por ejemplo- porque hay gente dispuesta a pagar esa pasta, porque hay gente atascada intentando comprar uno. 

Cuando vemos un atasco pensamos que si hay gente atascada es porque al final del atasco debe haber algo de gran valor, porque el hecho mismo de atascarnos nos hace pensar que estamos generando valor.

Por más que éste sea un valor directamente inexistente -como el de quien monta antes en un avión- o un valor burbujesco -el más relacionado con el atasco- cuya más clara característica es que no logra asentar ni decantar nada, puesto que cuando revienta nada queda y sino que se lo digan a los que quedaron atascados en una hipóteca y se quedaron sin casa y con una deuda impagable...






martes, 18 de octubre de 2016

Teoría y práctica del Atasco (I)


Vivimos en un atasco.

Hay atascos cuando vamos a trabajar y hay atascos cuando salimos de vacaciones.

Hay atascos de refugiados que quieren entrar y atascos de turistas que quieren salir.

El atasco no es ya, si es que alguna vez lo ha sido, un mero contratiempo.

El atasco muestra ahora una forma de administrar la precariedad y de producir una escasez postiza. Postiza porque, a decir verdad, hay sitio de sobras tanto en las oficinas del centro como en las playas de levante, pero algo estaremos haciendo mal cuando aceptamos una distribución de tiempos y espacios que nos convierte en prisioneros de nosotros mismos, que nos convierte en torpes remedos de lo que podemos ser.


En el atasco se deje ver lo que pueden una lógica o una poética saturadas y superadas.

Saturadas porque en su mismo afan acumulativo ha absorbido a más clientes de los que puede digerir. Como un orador que se empeñara en acumular millones y millones de oyentes a riesgo de perder toda eficacia comunicativa.

Superadas porque ha demostrado que precisamente lo que menos le interesa es aquello por lo que en principio se justificaba, la eficiencia, la comunicación, la movilidad.

Es por ello que el atasco es la gran figura de la contingencia postmoderna.

En la contingencia el orden, el que sea, se ha visto desbordado -saturado y superado- pero ante todo se ha vuelto incapaz de ofrecer un marco de sentido relativamente estable y compartido.
Como toda contingencia el atasco puede obcecarse no sólo siendo incapaz de producir sentido sino insistiendo en negar cualquier posibilidad de sentido.

Si logramos romper el bloqueo de la contingencia nos moveremos o bien hacia la experimentación, la apertura de la posibilidad, o bien hacia la lenta reconstrucción de un orden más simple y austero.

….


Otra de las maneras bajo las que aparece el atasco es en forma de burbuja. Si nos atenemos a las dos últimas grandes crisis: la de las empresas punto com y la inmobiliaria, vemos que en ambas aparece la característica forma del atasco: en ambos casos los inversores atascaron la concurrencia de los mercados relacionados con las empresas relacionadas con la red y con la propiedad inmobiliaria buscando beneficio justo en ese exceso de concurrencia localizada en que consiste todo atasco.

Todo sucede como si el mismo mecanismo que impulsa al clasemediero vacacionado a buscar “ambiente” allí donde va todo el mundo, impulsara a los inversores a amontonarse comprando y vendiendo un mismo valor en un mismo sitio hasta que la burbuja revienta y se hace evidente que el interés de esa inversión o el de esa ciudad de vacaciones no era mas que espejismo provocado por la aglomeración y concentración desmesurada de la demanda.
Por lo demás tanto en los atascos como en las crisis de burbuja se dejan observar los mismos patrones reiterados de angustia, irritación, oportunismo y precariedad del sentido.

La otra cara del atasco y su espacio-tiempo saturados hasta lo indecible es el vaciado, la pérdida de interés del resto del mundo.
En esto opera el atasco una doble violencia: estrangulando el pedazo de mundo que atasca y condenando al olvido todo el resto.
Esto es especialmente visible en otros procesos burbujescos como el de la especulación en el mundo del arte.