En abril de 2015 una prospera
empresa de publicidad llamada Dentsu, contrató a Matsuri Takahashi,
una joven japonesa de 24 años. En diciembre de ese mismo año Matsuri se
suicidó. Había estado trabajando en Dentsu tan sólo ocho meses,
pero en todos ellos se vio obligada a trabajar día y noche, haciendo
una media de 130 horas extra al mes hasta que no pudo más, cayó en
una depresión y acabó con su vida.
El caso de Matsuri no es en absoluto raro. Cada año unas 30.000 personas, en su mayoría hombrecillos de entre 40 y 50 años (ups!) se suicidan en Japón por causas relacionadas con el karoshi, o exceso de trabajo. Pero el problema, al parecer, va mucho más allá de estas cifras, puesto que según el gobierno japonés -que no es precisamente notorio por su anticapitalismo radical- algo más del 20% del conjunto de la gente trabajadora está en riesgo de muerte, no de depresión o de mala vida, sino directamente en riesgo de muerte, por esto del karoshi.
El primer caso conocido de karoshi fue
reportado en 1969, cuando un empleado de una gran
compañía de periódicos falleció de un ataque al corazón con
tan sólo 29 años después de pasar semanas trabajando sin
parar y sin apenas dormir. Los casos siguieron produciéndose y ya
en 1978 hubo tantos que hubo que ponerle un nombre a la cosa. Ahí se
empezó a hablar de “karoshi”. Y aunque pronto empezaron a
realizarse estudios y a publicarse libros parece que costaba entender
que no era un problema particular de este o aquel trabajador
particularmente flojo, sino que se trataba de un problema
de salud pública, un problema que
afectaba a toda la sociedad y que era el producto de un modo de
relación que se iba generalizando y que ponía tan por delante los
intereses corporativos de los del trabajador que llegaba literalmente
a matarlo.
Si las cosas pintaban feas ya en los
años 70, cuando se pusieron realmente serias fue después de la
crisis de principios de los 90, cuando las empresas “tuvieron que
hacer” recortes de personal y ajustes para poder mantener sus
niveles de beneficio. Para ello se pidió a los trabajadores -a los
que no se habia despedido aun- que asumieran unas jornadas laborales
que iban mucho más allá no sólo de las 8 horas diarias sino
incluso de las 50 horas extras por mes que estaban amparadas por la
ley.
Lo normal, en empresas como Dentsu, es
que los empleados hagan hasta 150 horas extras al mes.
Eso supone duplicar el tiempo de
trabajo y por tanto suprimir la mitad del resto de tu vida.
Así que no es extraño que el personal
se atasque y colapse donde buenamente pueda.
Y es que el karoshi es una
manifestación más, una cara más de ese diamante que estamos
llamando “atasco”. En el karoshi se reconoce la figura del
atasco porque como es habitual en todo atasco, lo que sucede aquí es
una concentración desmedida de la demanda, en este caso de la
demanda que se hace no sobre un sistema viario o de comunicaciones
sino sobre las capacidades y la resistencia del trabajador. Es el
organismo mismo del trabajador el que se atasca sometido a un régimen
de tráfico de capital que no puede sino resultar letal.
Bajo este régimen atascado los que
tienen trabajo aceptan las condiciones que les impongan porque saben
que si se quejan o desobedecen hay una legión de candidatos a
aceptar las condiciones que ellos acaban de rechazar. Igual que en
un atasco se tiene la clara sensación de que si te sales de la fila
quedarás arrumbado en la cuneta sin lugar adonde ir... y quien sabe
si podrás volver a entrar.
El atasco arraiga desde luego en
nuestro miedo a quedar fuera de juego, pero su razón de ser nada
tiene que ver con nosotros ni nuestros más peregrinos deseos: el
atasco está ahí, desde el típico atasco vacacional hasta el del
karoshi, para maximizar los beneficios del capital y mantenernos en
la precariedad, esto es en condición menesterosa.
“Precario”, etimológicamente1,
es alguien que ruega, alguien que ha sido puesto en la posición de
máxima dependencia de quien solo puede rogar, hacer “plegarias”.
El precario como el atascado no puede
cuestionar las condiciones de su juego, sino que tiene que limitarse
a acatar aquellas que le han sido dadas, aguantar al sol dentro de su
caja y no abandonar bajo ningún concepto el atasco.
El karoshi es importante para nuestra
reflexión sobre el atasco puesto que plantea el escenario en el cual
ya sólo queda salirse de la cola o reventar en ella...
1La
palabra precario proviene en su etimología del
latín “precarius” cuyo significado derivado del verbo “precare”
es lo obtenido por favor o súplica.
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