lunes, 30 de septiembre de 2013

Cuestiones de análisis modal: del Puente de Tacoma a la Cancillería del Reich


El 7 de Noviembre de 1940 a eso de las 11 de la mañana, en la ciudad de Tacoma, del estado norteamericano de Washington, soplaba un viento moderado de unos 67 kms/h. No se puede decir que fuera un viento excepcionalmente fuerte, pero bastó para que el, ahora famoso, puente de Tacoma Narrows empezara a vibrar primero longitudinalmente y luego transversalmente, en torno a su eje central... alcanzando movimientos más y más violentos hasta que colapsó por completo y cayó en pedazos. La caída del puente se pudo filmar y sigue siendo uno de los vídeos más visitados de Youtube.



Ahora sabemos que eso sucedió porque el puente se construyó sin someter su estructura a lo que se conoce como “análisis modal”. En ingeniería se llama “análisis modal” al estudio de una estructura en función de sus propiedades naturales, o más en especial el estudio de las propiedades dinámicas de las estructuras sometidas a excitación “vibracional”. Por propiedades dinámicas o naturales se entienden las frecuencias bajo las cuales resuena cada estructura, la capacidad y los modos de torsión característicos de dicha estructura. Por excitación vibracional podríamos entender más allá de la obvia aplicación de influencias físicas, también la puesta en juego, la apropiación disposicional, tanto física como intelectual, a la que cualquier agente, el viento o un servidor puede someter a una estructura, como un puente o una obra de arte por ejemplo.

Se le llama análisis modal porque para cada frecuencia natural, o cada abordaje disposicional, obtenemos un patrón de deformación de la estructura, y a esos patrones de deformación se les denomina las formas modales (mode shapes) de la estructura. Así el Puente de Tacoma había resistido varios meses las resonancias bajo el modo de torsión longitudinal -llamado “torque”-pero no pudo ni cinco minutos con el modo trasnversal de “flameo”.
Los mode shapes nos detallan entonces los diferentes umbrales de plasticidad y resistencia que caracterizan a cualquier estructura, ya esté hecha con vigas de acero o con palabras.
Llevando el análisis modal a nuestro campo, podríamos sostener que los “mode shapes” -las formas modales- de las obras de arte o las conductas estéticas serían, a su vez, las diferentes posibilidades de apropiación, de acoplamiento que una estructura estética determinada puede asumir sin convertirse en otra cosa, o sin colapsar como le pasó al Puente de de Tacoma.

Las obras de arte, como los puentes o los gobiernos, tienen una determinada capacidad de recibir y encajar intervenciones disposicionales como rachas de viento, interpretaciones o escándalos políticos, que a su vez pueden darse alternativa o simultáneamente bajo diferentes modos. De lo que se trata con el análisis modal es de determinar justamente esos modos en los que cualquier estructura entra en diferentes ciclos de resonancia, de los cuales saldrá o no indemne. De esta forma y gracias al análisis modal podemos trabajar con los diversos grados y vectores de plasticidad de las obras de arte, entendiendo así cual es su extensión, el campo en que un modo de relación sigue siendo el mismo, sin por ello dejar de prestarse a diferentes interpretaciones o apropiaciones.

Esto es fundamental puesto que, por definición, toda obra de arte debe prestarse a un cierto grado de apertura hermeneútica, a un juego disposicional de apropiaciones e interpretaciones. Pero no todas las obras aceptan igual grado de torsión ni mucho menos todos los “modos” -los mode shapes- de torsión que se les pueden aplicar.
En la estética premodal nos bastaba con constatar la presencia de estos fenómenos de resonancia que son las diferentes interpretaciones de las obras y acaso discutir la mayor o menor pertinencia de las mismas en función de su cercanía a una lectura, supuestamente correcta, de la obra en cuestión.
De lo que se trata ahora es de analizar cada obra de arte como un modo de relación, susceptible de entrar -y en gran medida obligado a entrar- en diferentes ciclos de resonancia, que extraerán diferentes “notas” de la misma.
El análisis modal nos proporcionará entonces una especie de mapa de las posibilidades de cambio y estabilidad presentes en una obra determinada, de las posibilidades de su modulación, ayudándonos a averiguar en qué medida sigue siendo ella misma o ya se ha transformado en otra cosa...
Y es que, por supuesto, cuando una estructura colapsa, se transforma en otra cosa. En el caso del puente de Tacoma, su derrumbamiento en medio del estrecho generó un arrecife inmenso donde han podido refugiarse de las corrientes una multitud de especies que de otro modo tendrían una vida mucha más aventurada. Igualmente cuando una estructura narrativa o musical colapsa, como sucede -por ejemplo- con los materiales de la tradición sinfónica rusa a manos de Shostakowich, encontramos otra cosa, es decir otro “modo de relación”, que -como hemos dicho- difícilmente podía ser prevista en la estética premodal, pero en la que ahora cabe trabajar.
No deja de ser curioso que también en 1938, justo el mismo año en que se construyó el Puente de Tacoma, un arquitecto alemán, Albert Speer, el arquitecto preferido de Hitler, llamara la atención sobre la carencia de este análisis modal. En palabras de Speer:
Las construcciones modernas no eran muy apropiadas para constituir el puente de tradición hacia futuras generaciones que Hitler deseaba: resultaba inimaginable que unos escombros oxidados transmitieran el espíritu heroico que Hitler admiraba en los monumentos del pasado. Mi teoría tenía por objeto resolver este dilema: el empleo de materiales especiales, así como la consideración de ciertas condiciones estructurales específicas, debía permitir la construcción de edificios que cuando llegaran a la decadencia, al cabo de cientos o miles de años, pudieran asemejarse un poco a sus modelos romanos.1

Valga traer aquí a Speer a colación para tener presente que con el análisis modal no se trata de recuperar ninguna suerte de estetización del colapso, ni de alimentar las ilusiones de pervivencia histórica de políticos megalómanos y con bigote. Ningún análisis modal hubiera ayudado a que Speer imaginara que su monumental Galería de Mármol, en la Cancillería del Reich, sería desmantelada para usar sus materiales en el Monumento de Guerra Soviético de Treptower Park. Aunque no se puede negar que la interpretación que los soviéticos hicieron de los materiales elegidos por Speer quedaba muy cerca del “modo de relación” que el mismo Speer había explorado tan efectivamente.


1SPEER, Albert (2001), Memorias, Barcelona, El Acantilado.po 104-105.

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