Como parte del intercambio epistolar-electrificado-electrificante con la investigadora Ana María Ochoa Gautier, cuyo trabajo no puedo recomendar más vivamente: http://dialnet.unirioja.es/servlet/extaut?codigo=1424840,
ha salido este breve resumen de algunas de las ideas que andamos labrando a principios de este 2010 y que presentaré este 28 de enero como parte del grupo de investigación sobre el Procomún estético, en el Laboratorio del Procomún, en MediaLab Madrid.
Valga como inicio de año y disculpad si la premura del resumen empobrece aún más las ideas. Por otra parte y como decía mi abuelo: Si tratais a cada hombre según sus meritos ¿quien podrá escapar del látigo?
...
Esta primera comunicación del grupo de investigación sobre el Procomún Estético, va dirigida a presentar y discutir algunos elementos que creemos fundamentales para elaborar una teoría de la sensibilidad estética y la producción artística que devuelva sus bases al campo del procomún y sus procesos y resultados al campo de la autonomía. Nada menos.
Para ello y en primer lugar tenemos que dar cuenta de los procesos de „cercamiento“ que, tal y como explicó Marx, convirtieron los commons, los campos de labor en pastos y cotos de caza, para ver que, acaso en un proceso análogo, pueden haberse dado otros procesos de cercamiento que han hecho pasar la estética de ser una teoría de la sensibilidad a ser una seca tautología del poder, es decir, que han convertido también a a la estética en un paisaje de ininterrumpidos pastos y cotos de caza....
Ni qué decir tiene que estos cercamientos, todos ellos, han inducido procesos de „proletarización“ que han consistido históricamente tanto en el expolio de los campos, caseríos y formas estéticas que formaban los commons como en la progresiva y acumulativa pérdida de las competencias que permitían habitar esos commons. Inevitablemente, los cercamientos sucedían transformando un paisaje que servía de entorno, base y condición de los cambios mismos.
De esta forma hemos llegado a postular que una comunidad puede definirse mediante el procomún que comparte y que todo procomún consta de un nivel repertorial y uno disposicional dispuestos –conflictivamente casi siempre- en un paisaje.
Buena parte de la investigación epistemológica y antropológica de las dos últimas décadas se ha dedicado con un entusiasmo encomiable a inventar la rueda –en cualquiera de sus variantes- que nos permitía librarnos del paralizante dualismo sujeto-objeto en el campo de los análisis del conocimiento, la cultura o la sensibilidad. A nuestra versión de esa rueda dimos en llamarle "modos de relación" y bajo esa advocación pudimos considerar tanto el sujeto como el objeto de la sensibilidad estética y de la producción artística. En consecuencia, podíamos hablar de una "estética modal" que se caracterizaría seguramente, aparte de su apuesta por los modos de relación como unidades básicas de producción, sentido y evaluación, por vindicar determinados rasgos para pensar la articulación teórica de esas unidades de sentido y análisis, tales como la policontextualidad -es decir la asunción de multitud de contextos de sentido y valoración simultáneos-; un cierto carácter "situado" (algo más que embodied y menos que socialized, como diría un Hamlet modal), un carácter generativo y una contextura relacional que ahuyentara los persistentes fantasmas de lo ontológico .
Ahí estábamos, cuando al hilo del trabajo sobre el procomún se nos ha aparecido la virgen y hemos advertido que los modos de relación surgen del cruce de un nivel repertorial con uno disposicional en su performatividad situada en un "paisaje" concreto.
Entendemos lo repertorial como un conjunto relativamente estable de formas "primas" que dan cuenta del abanico de posibilidades que, en un momento dado, nos define como cultura o incluso (cuando nos ponemos marxianos) como especie. El polo de lo repertorial pretende dar cuenta de esa "relativa estabilidad", de esa constelación de formas que tienden a permanecer y que debemos evitar llamar identidad para no agarrotarla, pero a la que sí podemos reconocerle, necesariamente, una cierta remanencia.
Eso nos permite introducir el polo de lo disposicional como modo de asumir que siempre lo repertorial va a necesitar de una articulación que lo actualice, que lo ponga a definirse, como una musica que desde una base ritmica o melodica compartida se tiene que improvisar performativamente cada vez que se toca o se oye. Entiendo lo disposicional, por tanto, como elucidación generativa de lo repertorial, como conjunto de competencias, de inteligencias específicas que actualizan y despliegan de modos siempre diferentes las posibilidades contenidas en lo repertorial.
Pensamos el paisaje como una matriz de conflictividades, donde diversos modos de relación pertenecientes o no a una misma repertorialidad han de convivir. En muchos casos -con la globalización cada vez más- lo que el paisaje alberga son choques y encuentros de fragmentos, añicos casi, de diferentes repertorialidades y diferentes organizaciones de lo disposicional. A menudo, cada vez más, los repertorios aparecen fragmentados y las competencias extrañadas, convertidas en triste excepción o en patrimonio corporativo de expertos.
Considerar los diferentes paisajes y considerar la interaccion de esos dos polos -repertorial y disposicional- nos permite tambien dar cuenta de todo el gradiente a partir desde el que entender y ubicar a diferentes sociedades según se hallen -o crean hallarse- más apegadas a sus configuraciones relativamente estables o a la puesta en juego performativa de las mismas.
Ya en un plano operacional y de claro alcance político, se impone un trabajo de reconstrucción -tan impostado como queramos- del procomún repertorial y disposicional que nunca hemos tenido y que sin embargo echamos de menos cosa mala.
Esta es la idea desde la que empezamos y desde la que tramaremos las diferentes sesiones públicas del grupo de investigación.
miércoles, 6 de enero de 2010
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7 comentarios:
Llegado hasta aquí a la deriva (buscando referentes sobre arte colaborativo), y por decir algo (tras una lectura ligera del texto): en los conceptos de repertorio y disponibilidad veo una cierta referencia a los de el genotipo y el fenotipo (actualizado en su relación al medio), es decir, un sistema auto-generativo, complejo y de comportamiento caótico. La cuestión del potencial de cambio en estos casos creo que reside en la "profundidad de campo", algo que tiene mucho que ver con las creencias; y no tanto en la capacidad de generarlas y perpetuarlas, sino de abandonarlas.
La relación con genotipo y fenotipo es muy acertada, al menos en lo que refiere al orden de relaciones y encabalgamientos que ambos niveles son susceptibles de ejecutar... como semantica y sintaxis, o constitutio y dispossitio.. si nos ponemos clásicos.
Ahora bien, en lo que refiere al potencial de cambio, debo decirte que no creo -en absoluto- que sea acertado definirlo como una cuestion de creencias -ya sea adoptándolas o abandonándolas-.
Si hay cambio asociado a las prácticas de arte colaborativo, yo pensaría más bien en términos de "autonomía", de una generatividad que debe ser modal y contagiosa... es decir, que debe articularse produciendo modulaciones de complejos intelectuales y emotivos previamente existentes y haciéndolos derivar de modo tal que las claves de semejante deriva quedan claras y son susceptibles de ser reapropiadas por otros agentes.
Con todo, creo que las entradas específicas sobre "arte de contexto" te serán de mayor utilidad que estas que quizá adolecen de mayor generalidad teórica.
Pues esa idea de "autonomía" tiene que ver con lo que implícitamente habla Richard Sennet en "El artesano"
Me ha decepcionado que no hayas contestado a este comentario. (¿o quizás no te he dado suficiente tiempo?)
Pues lo siento en el alma: he estado unos dias en el campo, cortando leña que es temporada...
Por otra parte, y ahi me has pillado, no he trabajado el texto de Sennett del que hablas. Si quieres darme alguna pista más, mientras me hago con el texto en cuestión... podemos discutirlo.
En general mi énfasis es siempre hacia el carácter contagioso de esa autonomía y para eso seguramente haya que darle un carácter operacional a su formulación, es decir que toda autonomía debe tener un diagnóstico claro de sus condiciones de contorno y sus vectores de expansión: saber, por ejemplo qué elementos repertoriales y disposicionales puede poner en común con otros modos de relación...
Es lo que puede suceder, por ejemplo, cuando un musico de jazz colabora con uno flamenco.
Es lo que no sucedió con Arts and Crafts...
Bueno, no se trataba de pillarte en nada y aprovisionar leña está muy bien.
El texto en cuestión, ya me cuentas cuando lo leas, me parece recomendable. Definir la artesanía como "el trabajo bien hecho" puede parecer una simpleza, pero tiene miga.
Y sobre la idea de "contagioso", que está saliendo mucho estos días en una pequeña reunión (artistas, arquitectas, diseñadoras y gente "común") que tenemos para hacer una intervención, se me ocurre lo de la mágia contagiosa y la mágia mimética u homeopática. La contagiosa tiene que ver con una operación del afecto. Lo de la homeopática, con una operación del modelo. No son dos mundos separados, ya que mimétia y contagiosa están comunicadas. La primera contiene sus prescripciones (como parte del modelo), la segunda parece que no tiene un comportamiento más caótico o impredecible.
Es muy interesante verlo así, de hecho nos faltan saberes específicos para pensar esa especie de resonancias estructurales... Pienso por ejemplo en Moritz y Goethe y su noción del arte como imitación no de lo inerte sino de la de fuerza activa. O Pareyson con su teoría de la Formatividad...
Todo eso nos debería ayudar a pensar en esos procesos en que el "trabajo bien hecho" propicia una suerte de contagio modal: entonces el modo de relación con el que se ha tramado ese trabajo, se redespliega en otro ámbito diferente y -acaso- uno corta conceptos como cuando se corta la leña seca, de un hachazo limpio. Con el mismo gusto al menos!
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