domingo, 19 de julio de 2009

¿Dónde le aprietan las botas a Heidegger?

Para Alvaro con amor cerebral pero verdadero.

Ve Heidegger un cuadro de Van Gogh en que aparecen pintadas un par de botas viejas y se le hace evidente que en “la oscura boca del gastado interior del zapato está grabada la fatiga de los pasos de la faena…la obstinación del lento avanzar a lo largo de los extendidos y monótonos surcos mientras sopla un viento helado…” Por supuesto que esto es así, y no de otra manera, porque “en la obra de arte se ha puesto a la obra la verdad de lo ente. El arte es ese ponerse a la obra de la verdad”. Heidegger puede fantasear así con su labradora, llena de una dura pero sana –sanísima- fatiga. Y puede postular –sin duda como una revelación de la Verdad también- una, no por callada menos inquietante, llamada de la tierra que tiembla en las botas de marras.
Los fragmentos en los que Heidegger describe su peculiar fantasía campesina son francamente hermosos y seguramente –si no nos ponemos pejigueros con lo de la llamada de la tierra- sea la de Heidegger una experiencia estética tan genuina y fértil como los surcos de la campesina. Ahora bien no acabo de ver porqué esa concreta experiencia estética que Heidegger transcribe tenga que conllevar “la apertura de lo ente en su ser, el acontecimiento de la verdad”, saliendo a la luz –mira tú por donde- lo que obra en la obra. ¿Sólo eso obra en la obra?

Parece evidente que no deja Heidegger mucho espacio para el juego y la deriva estéticos. Parece evidente que no le sabe muy mal cargarse la generatividad característica de lo estético, de lo irreducible a concepto.

En Heidegger -y por eso no pasa de ser un dominguero de la estética- no hay policontextualidad, sino sobredeterminación metafísica. No hay juego de facultades y funciones sino revelación de una Verdad –la comparecencia del Ser ese y por las mismas la famosa llamada de la tierra- que el filósofo resulta saber o que acaba por encontrarse de una vez por todas.
Por supuesto que podemos coger el cuadro de Van Gogh y acoplarnos con la fantaseada vida de la campesina que usa esas botas para trabajar, pero ¿es esa la Verdad que alienta en la obra? Seguramente y por no dejar el ejemplo de Heidegger podríamos igualmente acoplarnos a partir del cuadro de Van Gogh con la sensación de la duración de los objetos con los que vivimos durante años, a los que reparamos, los que hacemos y nos hacen y no decir ni una palabra de la llamada de la tierra ni de la vida campesina. ¿sería esa una experiencia menos legítima? ¿menos verdadera?
Es muy interesante en Heidegger su capacidad para postular, más allá de las lecturas secamente formalistas o historicistas, la vigencia de un modo de relación en la obra analizada, para hacernos ver las posibilidades relacionales que alientan en el material estético, pero al atribuirle la pesada y muy alemana funcionalidad de revelador de verdades acaba por acogotar no ya la obra –que ya sería doloroso- sino las competencias de los sucesivos espectadores para acoplarse con diferentes modos de relación a partir de la intrínseca densidad de la obra de arte en tanto medio homogéneo. Como ha demostrado Luis Ramos en su tesis sobre el Ingenium, Spinoza sabía que la teología intenta domesticar la razón intentando explicar imágenes ingeniosas –hechura de los necesariamente diversos ingenios- como si fueran dogmas o misterios divinos. Lo que le sobra a Heidegger de teológo es lo que le falta de pensador de la estética y eso hace abortar por completo el intento de sacar una estética de los escritos de Heidegger. Ningún intento que ignore las tramas y las complicidades de lo repertorial y lo disposicional puede postularse como un ensayo medianamente serio de pensar lo estético.

7 comentarios:

Jordi Claramonte Arrufat dijo...

Aprovecho para recomendar la lectura del trabajo de Luis Ramos sobre el Ingenium en Spinoza:

http://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=18440

Unknown dijo...

Interesante tu post, echaré un vistazo a lo de Luis. Un abrazo y feliz verano,

david.

Anónimo dijo...

Respuesta a la pregunta de cine de tu perfil ("¿os suena?") Sin duda se trata de una película de Hal Hartley , me parece que la titulada "Confianza", aunque tal vez la confunda con "La increíble verdad".

Anónimo dijo...

El arte es algo muy simple y hamletiano: o es o no es. También es un espejo: Heidegger habla de las botas como detonante para hallar su verdad como podría hablar de una bola de queso. Cualquier punto de apoyo le llevaría al mismo lugar. Del mismo modo, a ti nada te conduciría a esa sede de tu alma, sino a otra: justo a la que te conduce.

Una preciosa nada ridícula

Jordi Claramonte Arrufat dijo...

Si y no. El arte es, deja de ser y eventualmente vuelve o no a ser, dependiendo evidentemente de la capacidad de acoplamiento que una obra y una epoca determinada sea capaz de suscitar. Y lo más interesante es que cada vez que es, es una cosa diferente: nos provoca un acoplamiento diferente, del modo en que con una virgen de Leonardo nos acoplamos de modo diferente mi abuela Concha, gran devota del rosario y yo mismo que no lo soy.
Ahora bien, lo que me llama la atención en los escarceos estéticos de Heidegger es que paracería no estar muy dispuesto a transigir con esa policontextualidad, esa generatividad inmoderada, que rige la experiencia estética. Heidegger -y a lo mejor me equivoco- me parece más orientado a usar el arte como ventana para ver su programa filosófico particular que para abrirse a las posibilidades de la generatividad lingüistica y situacional, modal, de las experiencias estéticas.
En ello hay además su algo de reacción contra la modernidad, contra la ilustración y su defensa de la autonomía de las facultades, del cuestionamiento de la Verdad Última que, lejos de haber sido olvidada, ha sido el fundamento de los regímenes de poder feudales y absolutistas contra los que se despliega -al menos en parte- la Ilustración.

Anónimo dijo...

Vaya por delante esta pequeña consideración,por amor al arte:
Te gustan-o empleas por influencia profesional-palabras muy feas para hablar de estética. Lo que Lázaro Carreter llamaría "palabros":
Policontextualidad, generatividad ( dos veces), situacional.

Yo tantas murallas no puedo saltar.

Una preciosa nada ridícula

Jordi Claramonte Arrufat dijo...

Ja ja ja, pues a mi no me parecen palabras feas: generatividad es francamente hermosa... Policontexturalidad es orgiasticamente bonita.
No son murallas que saltar, son poyetes en los que sentarte a tomarte un vinito.