El
7 de Noviembre de 1940 a eso de las 11 de la mañana, en la ciudad de
Tacoma, del estado norteamericano de Washington, soplaba un viento
moderado de unos 67 kms/h. No se puede decir que fuera un viento
excepcionalmente fuerte, pero bastó para que el, ahora famoso,
puente de Tacoma Narrows empezara a vibrar primero longitudinalmente
y luego transversalmente, en torno a su eje central... alcanzando
movimientos más y más violentos hasta que colapsó por completo y
cayó en pedazos. La caída del puente se pudo filmar y sigue siendo
uno de los vídeos más visitados de Youtube.
Ahora
sabemos que eso sucedió porque el puente se construyó sin someter
su estructura a lo que se conoce como “análisis modal”. En
ingeniería se llama “análisis modal” al estudio de una
estructura en función de sus propiedades naturales, o más en
especial el estudio de las propiedades dinámicas de las estructuras
sometidas a excitación “vibracional”. Por propiedades dinámicas
o naturales se entienden las frecuencias bajo las cuales resuena cada
estructura, la capacidad y los modos de torsión característicos de
dicha estructura. Por excitación vibracional podríamos entender más
allá de la obvia aplicación de influencias físicas, también la
puesta en juego, la apropiación disposicional, tanto física como
intelectual, a la que cualquier agente, el viento o un servidor puede
someter a una estructura, como un puente o una obra de arte por
ejemplo.
Se
le llama análisis modal porque para cada frecuencia natural, o cada
abordaje disposicional, obtenemos un patrón de deformación de la
estructura, y a esos patrones de deformación se les denomina las
formas modales (mode shapes) de la estructura. Así el Puente de
Tacoma había resistido varios meses las resonancias bajo el modo de
torsión longitudinal -llamado “torque”-pero no pudo ni cinco
minutos con el modo trasnversal de “flameo”.
Los
mode shapes nos detallan entonces los diferentes
umbrales de plasticidad y resistencia que caracterizan a cualquier
estructura, ya esté hecha con vigas de acero o con palabras.
Llevando
el análisis modal a nuestro campo, podríamos sostener que los “mode
shapes” -las formas modales- de las obras de arte o las conductas
estéticas serían, a su vez, las diferentes posibilidades de
apropiación, de acoplamiento que una estructura estética
determinada puede asumir sin convertirse en otra cosa, o sin colapsar
como le pasó al Puente de de Tacoma.
Las
obras de arte, como los puentes o los gobiernos, tienen una
determinada capacidad de recibir y encajar intervenciones
disposicionales como rachas de viento, interpretaciones o escándalos
políticos, que a su vez pueden darse alternativa o simultáneamente
bajo diferentes modos. De lo que se trata con el análisis modal es
de determinar justamente esos modos en los que cualquier estructura
entra en diferentes ciclos de resonancia, de los cuales saldrá o
no indemne. De esta forma y gracias al análisis modal podemos
trabajar con los diversos grados y vectores de plasticidad de las
obras de arte, entendiendo así cual es su extensión, el campo en
que un modo de relación sigue siendo el mismo, sin por ello dejar de
prestarse a diferentes interpretaciones o apropiaciones.
Esto
es fundamental puesto que, por definición, toda obra de arte debe
prestarse a un cierto grado de apertura hermeneútica, a un juego
disposicional de apropiaciones e interpretaciones. Pero no todas las
obras aceptan igual grado de torsión ni mucho menos todos los
“modos” -los mode shapes- de torsión que se les pueden aplicar.
En
la estética premodal nos bastaba con constatar la presencia de estos
fenómenos de resonancia que son las diferentes interpretaciones de
las obras y acaso discutir la mayor o menor pertinencia de las mismas
en función de su cercanía a una lectura, supuestamente correcta,
de la obra en cuestión.
De
lo que se trata ahora es de analizar cada obra de arte como un modo
de relación, susceptible de entrar -y en gran medida obligado a
entrar- en diferentes ciclos de resonancia, que extraerán diferentes
“notas” de la misma.
El
análisis modal nos proporcionará entonces una especie de mapa de
las posibilidades de cambio y estabilidad presentes en una obra
determinada, de las posibilidades de su modulación, ayudándonos a
averiguar en qué medida sigue siendo ella misma o ya se ha
transformado en otra cosa...
Y
es que, por supuesto, cuando una estructura colapsa, se transforma en
otra cosa. En el caso del puente de Tacoma, su derrumbamiento en
medio del estrecho generó un arrecife inmenso donde han podido
refugiarse de las corrientes una multitud de especies que de otro
modo tendrían una vida mucha más aventurada. Igualmente cuando una
estructura narrativa o musical colapsa, como sucede -por ejemplo- con
los materiales de la tradición sinfónica rusa a manos de
Shostakowich, encontramos otra cosa, es decir otro “modo de
relación”, que -como hemos dicho- difícilmente podía ser
prevista en la estética premodal, pero en la que ahora cabe
trabajar.
No
deja de ser curioso que también en 1938, justo el mismo año en que
se construyó el Puente de Tacoma, un arquitecto alemán, Albert
Speer, el arquitecto preferido de Hitler, llamara la atención sobre
la carencia de este análisis modal. En palabras de Speer:
Las
construcciones modernas no eran muy apropiadas para constituir el
puente de tradición hacia futuras generaciones que Hitler deseaba:
resultaba inimaginable que unos escombros oxidados transmitieran el
espíritu heroico que Hitler admiraba en los monumentos del pasado.
Mi teoría tenía por objeto resolver este dilema: el empleo de
materiales especiales, así como la consideración de ciertas
condiciones estructurales específicas, debía permitir la
construcción de edificios que cuando llegaran a la decadencia, al
cabo de cientos o miles de años, pudieran asemejarse un poco a sus
modelos romanos.1
Valga
traer aquí a Speer a colación para tener presente que con el
análisis modal no se trata de recuperar ninguna suerte de
estetización del colapso, ni de alimentar las ilusiones de
pervivencia histórica de políticos megalómanos y con bigote.
Ningún análisis modal hubiera ayudado a que Speer imaginara que su
monumental Galería de Mármol, en la Cancillería del Reich, sería
desmantelada para usar sus materiales en el Monumento de Guerra
Soviético de Treptower Park. Aunque no se puede negar que la
interpretación que los soviéticos hicieron de los materiales
elegidos por Speer quedaba muy cerca del “modo de relación” que
el mismo Speer había explorado tan efectivamente.