martes, 10 de abril de 2012
Hacia una estética sustantiva.
Desde hace ya unos años -especialmente desde el recrudecimiento de la última crisis financiera- se viene insistiendo en exigir medidas políticas que afectan al bienestar y la calidad de vida de todos nosotros en nombre de “la economía”. Las exigencias de lo económico han llegado hasta el extremo -impensable hace cuatro días- de limitar la soberanía de los parlamentos, introduciendo sus formulas incluso en las constituciones de los países afectados. Diríase por tanto que los argumentos de “lo económico” tienen una lectura clara y unívoca y que sólo a los ignorantes más islandesamente recalcitrantes se les puede ocurrir impugnar sus razones, si razones son.
El caso es que, desde luego, no siempre ha sido así: en un clarificador texto de 1957, Karl Polanyi, interesado en estudiar la organización social y económica en diferentes culturas y tiempos, diferenciaba al menos entre dos significados, dos “usos” del término “económico”. Para este autor se trataría de distinguir entre dos sentidos radicalmente distintos de “lo económico” que él denomina, sin mucha fortuna todo hay que decirlo, “uso sustantivo” y “uso formal”:
Así pues y en primer lugar: “El significado sustantivo de lo “económico” deriva de la dependencia del hombre, para su subsistencia, de la naturaleza y de sus semejantes. Se refiere al intercambio con el medio ambiente natural y social, en la medida en que este intercambio tiene como resultado proporcionarle medios para su necesaria satisfacción material.”1
Para entendernos, mediante el uso sustantivo de lo económico estaríamos aludiendo a los procesos de organización de nuestra subsistencia como comunidades, individuos y especie. Este uso sustantivo estaría por tanto directamente emparentado con la raíz etimológica de la palabra economía, es decir, la ordenanza de la casa, las leyes y normas de organización de las unidades básicas de subsistencia y producción, que en la sociedad antigua tomaban muy a menudo la escala que estamos acostumbrados aún a ver en las masías, los conventos, cortijos y pequeñas aldeas convenientemente repartidas por el campo, de tal forma que los recursos básicos: leña, tierra de labor, pastos y agua no sean un problema.
Pero hete aquí, que por otra parte y con el desarrollo de la sociedad capitalista se ha llegado a otra definición de lo “económico”, una definición que Polanyi llama formal:
El significado formal de lo “económico” deriva del carácter lógico de la relación medios-fines, tal y como aparece en palabras como económico (barato) y economizar (ahorrar). Se refiere a la concreta situación de elegir, especialmente a la elección entre los distintos usos de los medios provocada por la insuficiencia de estos medios..2.
Se trataría con ello de una muy determinada interpretación de lo económico sustantivo, una interpretación que en un momento histórico ha venido a coincidir “en la práctica” -dice Polanyi- con el uso sustantivo puesto que seguramente en los inicios de la Revolución urbana e industrial fue sensato atender las necesidades básicas de los seres humanos -uso sustantivo- mediante una cuidadosa administración de los escasos recursos -uso formal- que la cambiante sociedad agraria y la aún incipiente industria de transformación podían proporcionar.
Para Polanyi la sensatez y oportunidad de este uso formal está claramente delimitada en el tiempo y está además determinada por la consideración de la escasez como si de un dato insoslayable se tratara. Su hipótesis, tal y como la sostuviera en La Gran Transformación, es que dicha escasez es un producto histórico y no es ni mucho menos el condicionante esencial e inevitable de la vida económica y social tal y como se ha pretendido desde algunas instancias que incluso remiten a la Biblia para sancionar el enajenante y agotador sudor de la frente como inherente a la condición humana:
El significado formal implica un conjunto de reglas relativas a la elección entre los usos alternativos de medios declaradamente insuficientes. El significado sustantivo no implica elección ni insuficiencia de los medios: la subsistencia humana puede implicar o no la necesidad de elección y si hay elección, no necesariamente tiene que deberse al efecto limitador de la escasez...3
La hipótesis de Polanyi implica por tanto que el uso sustantivo, la definición de lo económico en función de las necesidades de subsistencia y reproducción es de orden universal, en la medida en que atañe a necesidades absolutamente básicas de los humanos en tanto tales, mientras que el uso formal -muy elaborado entre nuestros más respetados economistas y banqueros- responde a unos desarrollos muy concretos y localizados en el tiempo. Seguramente -como hemos dicho-.en determinados periodos el uso formal ha coincidido “en la práctica” con el sustantivo, produciendo confusiones tan fatales como la de llegar a olvidar el uso sustantivo, sino que de hecho con el crecimiento desaforado del capitalismo el uso formal no sólo se ha solapado con el sustantivo sino que ha acabado por expulsarlo, imponiendo las necesidades de su propia lógica sistémica por encima de las necesidades de los colectivos humanos que supuestamente debería atender. Así nos luce el pelo ahora mismo a todos los que tenemos que trabajar más horas y con mayor precariedad -quien sea tan “afortunado” como para tener trabajo- “por el bien de la economía”...
Además de este juego entre el uso sustantivo y el formal de lo económico que ya estba en juego en el año 57, podemos ahora completar el pensamiento de Polanyi considerando que más allá de lo que el pensador denominaba el uso formal de lo económico, se ha impuesto ahora entre nosotros un uso “hiperformal” que ni siquiera parece querer fingir estar administrando recursos escasos, sino que se limita a manejar tipos de interés, bonos de deuda y oscuros dictámenes de agencias de calificación. La distancia entre el uso sustantivo y el hiperformal es aun mayor si cabe que la que ya Polanyi denunciara en relación al uso formal.
Pero es obvio que tanto los que estamos en paro como los que trabajamos no nos alimentamos de bonos de deuda al vapor, ni de paquetes hipotecarios a la plancha -vuelta y vuelta y con poca sal- ... como es obvio que las agencias de calificación no toman en consideración, a la hora de emitir sus respetables juicios, las necesidades de las personas que viven en los países afectados por los mismos.
El desplazamiento generalizado de lo que Polanyi llamaba el uso sustantivo de lo económico a manos del uso formal o incluso del hiperformal parece por tanto innegable. Pensarlo e impugnarlo no puede sino ser una parte fundamental de nuestra práctica como pensadores y ciudadanos.
Para empezar sabemos que ni el uso formal, ni mucho menos aún el hiperformal pueden ampararse en una una lógica económica supuestamente neutral: dichos usos no resumen ni agotan el ámbito de lo económico sustantivo, de hecho ahora mismo tienen muy poco que ver con él, es decir con el conjunto de necesidades básicas que como comunidades, individuos y especie4 podemos tener. Las decisiones que nos imponen son, por tanto, decisiones de orden político: las decisiones que competen a cómo queremos vivir. Tendremos, por tanto que hablar de nuestras necesidades y de cómo podemos y queremos dar cuenta de ellas.
…
Para ello quizás podamos recurrir a otro economista cuyo trabajo es algo más reciente. En los términos del investigador chileno Manfred A. Max-Neef, lo “económico sustantivo” se dilucidaría en el ámbito de las necesidades axiológicas, que para él pueden condensarse en estas nueve: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad.
Estas necesidades dice el chileno son las mismas en todas las culturas y en todas las épocas. El repertorio de necesidades por tanto no cambia, aunque seguramente el énfasis que se pone en cada una de ellas si que admita variaciones. Pero sobre todo donde hay importantes variaciones es en los sistemas de recursos y los dispositivos que implementamos para, con mayor o menor fortuna, dar cuenta de esas necesidades básicas. Para atender esas necesidades todas las sociedades organizan por tanto conjuntos de satisfactores, que son al decir de Max-Neef “formas de organización, estructuras políticas, prácticas sociales, condiciones subjetivas, comportamientos y actitudes, valores y normas”.5 Los satisfactores son sistemas de modos de relación.
Pero Max-Neef no sólo introduce la muy interesante articulación entre necesidades y satisfactores, sino que hace además un ajuste importante al advertir que no todos los satisfactores operan del mismo modo. Si bien todos ellos se presentan y se legitiman en función de su respuesta a alguna o algunas de las necesidades axiológicas mencionadas, es importante observar las diferentes modalidades de estos satisfactores.
Así hay satisfactores “destructores” y satisfactores inhibidores que se caracterizan por tener efectos paradójicos que acaban imposibilitando otras necesidades e incluso aquella que, supuestamente, venían a atender. El ejemplo preferido de Max-Neef es la proliferación de armamento como satisfactor de la necesidad de protección.
Hay otro orden de satisfactores que el chileno denomina Pseudo-satisfactores y que resultan algo menos agresivos que los anteriores. Los Pseudo satisfactores se caracterizan por proporcionar una satisfacción que va de lo atenuado a lo directamente falso. Nuestro ejemplo preferido aquí sería la democracia representativa como satisfactor de la necesidad de participación.
Existen asimismo los satisfactores singulares que atienden una sola necesidad de un modo que no contribuye a generar una integración del conjunto de necesidades ni mucho menos a generar la necesaria autonomía que se deriva del desarrollo orgánico de las comunidades y los individuos.
Es preciso pues llegar a lo que Max-neef llama satisfactores sinérgicos susceptibles de atender varias necesidades simultáneamente y de no ahogar o escamotear ninguna de ellas.
A este carácter sinérgico que propone Max-Neef como característico de los buenos satisfactores, cabría añadir quizas el criterio kantiano de universabilidad y el ya mencionado de generación de autonomía. Es decir, todo satisfactor sinérgico debería, siguiendo el imperativo categórico kantiano ser susceptible de ser universalizado de modo sostenible. Esto se puede colegir de la articulación de los tres niveles en los que deben atenderse las necesidades, en tanto comunidad, individuo y especie articulada con la biosfera.
Así mismo ningún satisfactor sinérgico debería comprometer la autonomía de los sistemas vivos cuyas necesidades atiende, antes al contrario, debería considerar dicha autonomía como uno de los objetivos fundamentales de todo repertorio de satisfactores.
Claro que en cuanto hablamos de sistemas de satisfactores sinérgicos susceptibles de ser universalizados y propiciadores de la autonomía... no se nos hace muy complicado modular nuestro pensamiento para llevarlo al terreno de la estética que es, a todo esto, a donde queríamos llegar.
…
De Kant a Lukács pasando por Dewey o Adorno, el pensamiento estético crítico ha sido entre nosotros un pensamiento de la autonomía contagiosa, un pensamiento que ha construido una noción de “función estética” -y esto es especialmente claro en Dewey y en Mukarovski- sobre la base de su capacidad sinérgica, su capacidad de mantener a todas las demás funciones en juego: en no excluir ninguna ni permitir que ninguna cierre por completo el juego.
Así, del mismo modo que definíamos -con Polanyi- lo económico sustantivo como “el proceso instituido de interacción entre el hombre y su medio ambiente, que tiene como consecuencia el continuo abastecimiento de los medios materiales y los servicios que necesitan ser satisfechos”6 podríamos ahora abordar la definición de lo estético sustantivo es cualquier proceso instituyente (o instituido en determinados momentos culturales) de interacción entre la sensibilidad de los hombres y el mundo que tiene como consecuencia el continuo abastecimiento de medios homogéneos (materiales o no) capaces de dar cuenta de las necesidades específicas de los hombres: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad.
Obviamente no es habitual entre nosotros vincular lo estético con la satisfacción de determinadas necesidades como las de protección o afecto por ejemplo, aunque por el contrario sí que nos parezca más sensato vincular lo estético con la necesidad de creación, libertad o incluso identidad...
Se trata con todo de pensar la posibilidad de una definición sustantiva, en el sentido de Polanyi, una definición, por tanto, que nos permita dar cuenta no sólo del actual estado de nuestros sistemas de alta cultura, sino de los correspondientes a otras sociedades donde lo estético podía acaso concurrir más vinculado con lo mágico o lo religioso o de no condenar como irrelevantes nuestras propias poéticas periféricas quizás volcadas a atender necesidades de ocio o entendimento...
En este sentido una de las mayores aportaciones de la teoría de las necesidades y los satisfactores, los distintos ordenes de satisfactores, de Max-Neef, es la que nos permite pensar dichas prácticas artísticas, tanto las de la alta cultura como las premodernas o las sub-culturales desde el punto de vista de su potencia sinérgico y de su capacidad de generación de autonomía.
Una práctica entonces ya no queda condenada sólo por atender una necesidad considerada menor entre nosotros como la de ocio o la de afecto... sino que será emplazada a construirse en relación y tensión con las demás necesidades y con la irrenunciable autonomía que se busca en el conjunto del proceso.
Por cierto que la vinculación con este repertorio de necesidades básicas no comparece como si se tratara de un pronunciamiento metafísico, teleológicamente determinado o que pretenda validez intemporal. Se trata de una abierta y clara opción política, desde la que sostenemos que ninguna sociedad humana será sostenible ni digna de ese nombre si no contempla la satisfacción sinérgica y universalizable de esas necesidades básicas.
La sustantividad aquí no viene dada por ninguna relación privativa con sustancia alguna invariable, sino por aludir a la trama de necesidades básicas que subyacen a las diferentes configuraciones de lo humano.
Después de más de treinta años de flojera postmoderna ya va siendo preciso aquilatar algunas cosas y entre ellas no parece que se genere ningún gran relato hombre blanco muerto por asumir que en tanto seres vivos tenemos una serie de necesidades mediante las que nos construimos como lo que somos al cabo: seres humanos y no pinturas o animales.
…
Nota bene: Queda pendiente deslindar ahora cuales son los equivalentes en el ámbito de la estética de lo que en economía hemos llamado usos formales e hiperformales... Damien Hirst anyone?
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3 comentarios:
Me subo al carro de lo que dices y seguiré el rastro a quienes citas. Espero la segunda parte sobre la estética. Gracias. Saludos atlánticos
Es muy oportuno hacer una reflexión sobre las exigencias de lo económico, sobre lo que suponen nuestras dependencias de la naturaleza y de nuestros semejantes en un momento en el que, tras acostumbrarnos a una época de bonanza y crecimiento y a un llamado estado de bienestar, hemos de ajustarnos el cinturón.
No sé si tenemos que trabajar más horas y con mayor precariedad o, quizás, trabajar sin saber si vamos a cobrar. Pero de lo que no cabe duda es que la lógica económica y la lógica política no son nunca neutrales y, como bien nos recuerdas aquí, la situación actual nos plantea, una vez más, la cuestión clave de ¿cómo queremos vivir?
No viene mal recurrir a las reflexiones que, anteriormente, se han recogido en este blog sobre autonomía, sobre nuestra capacidad de afectar y ser afectados que defendía Spinoza. Porque ¿qué ocurre si para satisfacer lo que consideramos nuestras necesidades nos hemos hecho dependientes de los recursos de otros (de lo que hemos dado en llamar ‘los mercados’, esos entes con los que ahora nos vemos obligados a convivir y que han pasado a formar parte de nuestras vidas cotidianas)?
Esto de los “afectos” no es un mundo fácil -nadie dijo que lo fuera-. Y ahora, en el campo de los afectos económicos nos encontramos con la necesidad de lidiar con todas las consecuencias de nuestra autonomía relacional. ¿Qué son necesidades básicas? ¿Cómo queremos vivir? Cuestiones no sólo políticas sino estéticas. Todo depende de nosotros.
Sin duda, una vez más, la vida nos muestra que las cosas no son simples ni lineales y que hemos de echar mano de todos nuestros recursos y entre ellos, especialmente, de nuestros recursos estéticos ya que como dice Dewey, lo estético no solamente se interesa por el momento de unión de lo discordante sino que no evita, e incluso cultiva, los momentos de resistencia y tensión. Así que estamos ante una gran ocasión para ejercitar nuestras competencias y capacidades estéticas.
Gracias Jordi, una vez más, por removernos e invitarnos a reflexionar.
Gracias por hacer sencillo lo farragoso y explicar que la lógica del capitalismo tardío, (primero, último-), sigue siendo esquilmar y no pagar impuestos que para eso están los currantes del proletariado post, pre y pronto hiper- moderno
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