domingo, 9 de febrero de 2025

Encantamientos, romances y una reina con muy mala baba

Dice Gide que todas las criaturas indican a dios, pero ninguna de ellas es capaz de revelarlo del todo. Y dice también que desde el momento en que nuestra mirada se engolfa y se detiene en una criatura concreta, ésta no puede sino despistarnos y alejarnos de dios. La estética como pensamiento se basa en la capacidad de evitar ese despiste y ese alejamiento del que habla Gide. Cuando lo logramos puede acontecer que tengamos la suerte de entrar en contacto con lo maravilloso.. Si cuando eso sucede -cuando aún nos está sucediendo- nos preguntan cómo nos sentimos, es muy posible que nos confesemos “encantados”. Cuando así nos manifestamos -lo sepamos o no- estamos entrando en el extenso campo categorial de la Apate, la Ilusión estética1. Y más en concreto nos estaremos remitiendo a las sub-categorías de la Thelxis y la Poikilometis tal y como fueron entendidas desde Homero a Gorgias. Thelxis deriva del verbo Thelgo que alude al proceso por el cual quedamos paralizados y completamente absortos en algo o alguien, esto es, cuando quedamos encantados.2 La expresión misma “quedar encantados” parece apuntar a lo que nos sucede cuando nos dejamos cautivar por una canción. Este mismo sentido aparece en el francés enchantér, idioma cuya palabra “encanto”: “charme” deriva precisamente del latín “carmen”: canción. Así pues podemos decir que estamos encantados siempre que nuestro pensamiento y nuestras acciones transcurren dentro de los límites de una “canción”, de una figura que, podríamos decir parafraseando a Wittgenstein, nos ha cautivado y no nos deja salir así tan fácilmente. Nuestra hipótesis aquí será pues que el encantamiento o la canción serán formas primordiales del medio homogéneo estético, un medio que nos incluye, nos abarca y nos despliega en un concreto sentido modal. Estar encantado, por tanto, consistirá en ser partícipe de un modo de relación determinado, sabiendo que ese participar siempre toma la forma de un llevar y ser llevado. Es importante considerar esto desde y hacia el terreno de la reflexión estética porque, como es evidente, la finalidad de todos estos encantamientos, de la puesta en obra de muy diversos e incluso antitéticos modos de relación, no es desvelar la verdad: el relato que las musas inspiran a Hesiodo no pretende necesariamente contar la verdad, sino otras cosas como deleitar y consolar invitando al oyente a una ilusión específicamente estética en el interior de la cual todo cobra sentido y es objeto de reverencia, veneración y gratitud. En términos psicodélicos podría decirse que lo que hace cada “encanto” es suspender provisionalmente el “default mode”, las reglas y patrones que normalmente rigen nuestras interacciones para dar así entrada simultáneamente a otros modos de relación habitualmente restringidos y/o canalizados por el default mode. Con ello pasaríamos de la Thelxis a la Poikilometis, literalmente inteligencia colorida, variegada, o abigarrada3 como decantación de la inteligencia vinculada a la práctica de un pensamiento complejo, variante y contradictorio, que a su vez caracteriza a la imagen poética como lenguaje de alta intensidad4. Se trata, por lo demás de una inteligencia determinada: Refiere a la diosa Metis que en su día engulló Zeus, en uno de los casos paradigmáticos de endosimbiosis seriada, puesto que siguió viva dentro de él permitiéndole con sus consejos derrotar a los Titanes. Ese sería el gran salto evolutivo que nos lleva de un dios procariota, simple como un anillo o un titán, a un dios eucariota que contiene un núcleo y no cualquier núcleo sino a la diosa Metis, la diosa Artimaña. El caso es que esta Metis deglutida e incorporada por Zeus y luego transmitida a su hija Atenea consiste, según Vernant y Detienne, en un modo de conocer, una especie de sabiduría práctica que en la antigua Grecia la gente utilizaba combinando conocimientos y habilidades intelectuales como la sagacidad, el ingenio, la flexibilidad de espíritu, la audacia, la atención vigilante, la intuición, la experiencia, la astucia o el sentido de la oportunidad. Carol Kerényi define la metis como la capacidad para adherirse firmemente a la realidad de manera cómplice, camaleónica, ambigua, dúctil: «esa fuerza ilusionista, esa astucia y plasticidad permiten la victoria precisamente allí donde ninguna solución o resolución se abriría camino en el intelecto común» Y por rematar con un clásico habría que tener presentes los consejos de Nestor a su hijo Antiloco para que recurra a la metis y haga como hace el leñador que trabaja más con la metis que con la fuerza; con su metis el piloto gobierna la veloz nave combatida por los vientos, y con su metis puede un auriga vencer a otro. Pues bien, cuando esa metis de suyo tan ágil y adaptativa se muestra tornasolada de colores y en pleno proceso de metamorfósis es cuando accedemos a la Poikilometis. … Por lo demás la larga y fértil historia de lo que se canta y lo que encanta tiene sus primeras heroínas en las Sirenas cuya aparición misma está relacionada con la historia del rapto y posterior liberación parcial de Perséfone por Hades, el dios del inframundo. Se puede pensar que esta historia está directamente relacionada con la poikilometis, con una inteligencia compleja del mundo puesto que tanto si Perséfone se hubiera quedado permanentemente pegada a las faldas de su madre, como si hubiera aceptado vivir todo el año en el Hades -esa especie de Benidorm tenebroso, más tenebroso- se habría perdido la oportunidad de introducir una periodicidad, un ritmo y eso es justo lo que sucede cuando Perséfone toma varios granos de granada, quedando por ello obligada a pasar medio año en el Hades y medio año en la Tierra dando así lugar a la alternancia de las estaciones permitiendo que haya primavera y verano. En términos estéticos le debemos todo a esta institución de la complejidad y la contradicción puesto que ambas son claves para nuestra propia complejidad e inteligencia de colores. Esa será la pista que seguiremos para constatar la relación de las sirenas con la historia de Persefone puesto que la existencia misma de las sirenas explica tanto la alteridad y la multiplicidad modal -¿acaso cada sirena tiene su canto particular? ¿O todas cantan lo mismo en plan orfeón donostiarra?- ¿Deberíamos considerar que lo fatal que acontece cuando nos acoplamos en exceso con alguna de ellas y deja de haber “hendidura del trasfondo”, deja de haber poikilometis. Y ya sólo cabe esperar la muerte... el nunca del todo alcanzado modo de lo inefectivo. ... El canto de las sirenas , como los infernales atractivos de Hefesto son tan letales como fascinantes. Otro tanto sucede con algunos de los cantares que aparecen en el Romancero. Así sucede en el Romance del Conde Niño, cuya canción no sólo logra detener el vuelo de todas las aves del cielo sino que logra confundir a la reina haciéndole pensar que se trata del canto de las sirenas. Y no es extraño que así sea puesto que se trata de una canción del inframundo a donde el Conde Niño quiere llevarse a la princesa, aprovechando la cosa de hallarse abiertas las puertas por ser la mañana de San Juan, cenit de lo solar e inicio de la hegemonía de lo nocturno. Conde Niño por amores es niño y pasó a la mar va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras su caballo bebe, él canta dulce cantar : todas las aves del cielo se paraban a escuchar. La reina estaba labrando, la hija durmiendo está : - levantáos Alba niña, de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar, - No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino es el Conde Niño que por mi quiere finar. La Reina, como si de la mismísima Demeter se tratara, querrá impedir a toda costa el bodorrio y retener con ella a la Princesa hasta vete a saber cuando. El remedio que se le ocurre -se veía venir- es cargarse al Conde Niño: - Si por tus amores pena, ¡oh, mal haya su cantar! y porque nunca los goce, yo le mandaré matar. ignorando que con ello -como sucedía con Perséfone al tomar la granada- dará pie a un nuevo ciclo de complejidad, que abarcará la noche y el alba: - Si le manda matar madre, juntos nos han de enterrar. El murió a la medianoche, ella a los gallos cantar ; a ella, como hija de reyes, la entierran en el altar ; a él, como hijo de conde unos pasos más atrás. De ella nació una rosal blanco, de él nació un espino albar ; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. La reina llena de envidia ambos los mandó cortar ; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella naciera una garza de él un fuerte gavilán, juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par. … También en la Canción del Conde Arnaldos volvemos a encontrar -más desarrollados aun si cabe- los temas del encantamiento, la delicada cuestión de la producción y la cancelación de la complejidad. Se reiteran aquí elementos que ya hemos destacado como la peculiar porosidad modal, el kairos-ocasión que ofrece la “mañana de san juan” a través de la cual irrumpe lo extraordinario, ya se trate de un emisario del inframundo o simplemente de otro modo de relación: Quien hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan! Andando a buscar la caza para su falcón cebar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar; las velas trae de seda la jarcia de oro tozal. Lo que aquí lo que nos interesa es el encantamiento, la medida en que sobrecoge y paraliza ya no sólo al Conde Arnaldos sino a las criaturas del cielo del agua e incluso al mismo viento: Marinero que la guía diciendo viene un cantar que la mar ponía en calma, los vientos hace amainar; los peces que andan al hondo, arriba los hace andar, las aves que van volando, al mástil vienen posar. En diferentes versiones de este mismo romance, como la del Conde Olinos, se insiste en esta instauración de lo excepcional que provoca un paréntesis. El canto del marinero logra plantear un medio homogéneo, una ilusión estética que abarca y condiciona lo dado. las aves que iban volando se paraban a escuchar; caminante que camina detiene su caminar, navegante que navega la nave vuelve hacia allá. Una palabra clave para entender este sobrecogimiento puede ser el “respeto”. Respeto deriva de re-spicere, que en latín vendría a sugerir la idea de volver a observar algo, de considerarlo de nuevo con cuidado evitando una experiencia distraída, “turística” del modo de relación en cuestión. El respeto es una de las dimensiones fundamentales de nuestras vidillas. Asumir y reconocer aquello que nos inspira respeto es una de las mejores maneras de conocerse uno mismo, en plan “dime a qué o a quien respetas y te diré a quien te pareces”. Por lo demás el respeto exige lealtad, perseverancia en el afecto y cierta -sólo cierta- exclusividad. Por eso si se pretende experimentar de lleno toda su fuerza, preciso será que abandonemos todo lo demás -aunque sea un rato- y nos atrevamos a irnos con el marinero, la sirena o el mismísimo Conde niño donde nos quieran llevar: Allí habló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -"Por tu vida el marinero dígasme ora ese cantar". Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -"Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va". Seguramente el marinero sea el avatar canoro de Hefesto o la versión trans de la sirenita. Lo significativo, sin embargo, reside en que todos ellos se presentan como emisarios del inframundo. Y es sensato que así aparezcan puesto que si se nos va demasiado la chaveta y nos quedamos demasiado tiempo acoplados a uno de estos medios homogéneos -o al menos eso creen los antiguos- el precio a pagar será, también aquí, el de la muerte, es decir, la disolución de la complejidad y contradicción característica que -al cabo- somos cada cual. ... Otro frente que el pensamiento modal nos permite abrir es el que surge cuando constatamos la comparecencia de todos aquellos que están encantados de conocerse, aquellos tan ufanos del modo de relación que habitan que no quieren saber nada más de ningún otro. El sentido derogatorio en el que suele emplearse dicha expresión nos recuerda que no hay modo de relación sin su momento disposicional que abra líneas de fuga, vectores de posibilidad abiertos a la exploración... al igual -claro está que no hay modo de relación que no cuente con su momento de decantación repertorial. En todo caso cuando decimos de alguien que es un encantador de serpientes o un principe encantador es porque ese alguien tiene una canción y sabe atraernos hacia ella para robarnos la cartera, el corazón o ambas cosas, como solía pasarle a Sabina. … ¿Qué relación tiene el encantamiento estético con el proceso de “desencantamiento” del mundo? La intelectualización y racionalización crecientes...significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos o imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Pero esto significa el desencantamiento del mundo. A la inversa del salvaje, aún creyente en la existencia de tales poderes, nosotros no tenemos que valernos de medios que obren efectos mágicos para controlar a los espíritus. O incitarlos a la piedad. Esto es algo que se puede lograr por medio de la técnica y la previsión. Visto con la distancia y lo que sabemos ahora, podría decirse que lo que describe Weber en Ciencia como vocación es más bien un proceso de encantamiento diferente, un encantamiento que ya supieron ver humanistas del siglo XVI como Martín de Cellorigo 1600 cuando describía la situación de España diciendo que no parece sino que se han querido reducir estos reynos a una república de hombres encantados que vivan fuera del orden natural. Esa república pone de manifiesto la hegemonía de un determinado modo de relación histórica y culturalmente construido con sus propios poderes ocultos que relega a la inoperancia y la superstición todos los demás modos de relación. Esto es aplicable en conjunto a todo tipo de adoración a poderes invisibles y auráticos, como los del arte, sin ir más lejos. La pregunta, más allá de la eficacia de los procesos de racionalización y burocratización, es si con ellos sólo tenemos cubiertas todas nuestras necesidades de relación y habitación del mundo o si por el contrario necesitamos poner en juego otros modos de relación que nos expongan y nos tornasolen. Volvamos ahora a la definición de la Poikilometis que, como hemos visto, alude a una “inteligencia de muchos colores” una suerte de inteligencia plural y adaptativa, capaz de ir mutando. y que se usa en la poesía arcaica para aludir a una inteligencia fundamentalmente plural en sus planteamientos y adaptativa en sus modulaciones.La poikilia como factor de la conformación de lo estético será la responsable de auspiciar una especie de multiplicidad, de forma cambiante que no permite encerrar al poeta en ningún carácter determinado puesto que, como saben Dorian Gray y Gema Hernández , el poeta es todos los caracteres... Esta es la inteligencia que caracteriza tanto a Hermes como a Odiseo, el de los múltiples senderos. El mismo Píndaro para dar cuenta de la complejidad que da forma a su arte, describe su poesía como poikilos y como daidalos5, esto es de muchos colores y construida a guisa de laberinto. Y no es que desde la estética se pretenda plantear una visión del mundo alternativa, una visión que pretenda combatir frontalmente la de lo que Weber llama “intelectualización” del mundo. Por el contrario, parece claro que la estética no consiste en imponer ningún modo de relación en concreto sino la sobreabundancia y la concurrencia de diferentes modos de relación.