Lenticularidad
Siempre me han gustado las láminas de
gatitos. Y de entre todas las que más me gustan son esas que se
venden en bazares y tiendas de todo a cien que te permiten ver algo
así como un gatito pequeñito y peludito jugando con una mariposa de
colores... pero que si te mueves un poco hacen que veas otro gatito
-aun más pequeñito y peludito- que mira embelesado una flor... y
sucede entonces que, al intentar ver mejor la flor, la lámina misma
te devuelve al primer gatito que ahí sigue jugando con la mariposa.
Un encanto.
Me gustan tanto que ya hará un par de
años que tengo colgadas en la puerta de mi despacho dos de esas
láminas que aportan una infinita variedad a mis deambulaciones por
el pasillo de la Facultad. Cuando vengo desde la calle veo
cachorritos de ojitos brillantes y larga lengua humeda y cuando llego
del despacho del director del departamento, en cambio, veo gatitos
mirándose unos a otros embelesados.
¿Acaso tendrá alguna influencia sobre
mi percepción estética el hecho de que venga desde la calle o desde
el despacho del director? Yo mismo lo he dudado mucho tiempo, pero
ahora se que no es ese el caso.
Las láminas que cuelgan de mi puerta
están construidas siguiendo los principios de la lenticularidad, que
-visto lo visto- también podría llamarse teoría de gatitos.
La lenticularidad es una técnica -una
tekhné- que permite asociar diferentes imágenes en un mismo soporte
de impresión, de manera que podamos ver alternativa y
consecuentemente una u otra de ellas, en función de determinados
cambios de perspectiva respecto a la imagen. La alternancia en las
imágenes percibidas puede deberse a traslación, rotación,
acercamiento o alejamiento a la lámina...
Más allá de mi muy cuestionable gusto
por las imágenes horteras, si traemos aquí a colación este tipo de
láminas es porque la lenticularidad resultará fundamental para
entender el estatuto mismo de lo estético.
En efecto, podemos decir que la obra de
arte es una especie de composición lenticular, puesto que cabe
esperar que nuestra percepción de la misma cambie y vuelva a cambiar
en función de pequeños desplazamientos de nuestra sensibilidad.
Igualmente y como sucede en la
lenticularidad las diferentes visiones que nos depara la obra de arte
no son en absoluto por entero independientes del objeto o de la obra
en cuestión, más bien al contrario las distintas visiones que
logramos aquilatar nos devuelven a la obra misma, la enriquecen y la
cuestionan para volvernos a lanzar hacia otra visión diferente. Se
puede decir con Umberto Eco que la obra de arte es siempre una “obra
abierta” pero semejante apertura no conlleva una suerte de total
indeterminación de la misma que -a todo esto- no tendría sentido
alguno.
A su vez -y esto también es un rasgo
común de la lenticularidad y la experiencia estética- esta
diversidad de sentidos e interpretaciones no nos debe confundir
llevándonos a postular que haya varias realidades, tantas como
imágenes o interpretaciones obtengamos de ella.
Antes al contrario, la clave radica en
que la obra de arte, pese a toda su fertilidad y su juego constituye
una sola realidad... que es, eso sí, una realidad lenticular, es
decir una realidad que alberga y auspicia siempre una pluralidad de
sentidos, de imágenes que no sólo conviven en su seno, sino que
remiten continuamente de la una a la otra en un proceso indecidible.
Esto
lo ha apreciado con claridad el lenticular profesor
australiano-libanés Ghassan Hage1:
Lo relevante de la condición lenticular es que
determinadas situaciones de ambivalencia, vacilación e incertidumbre
que podrían parecer estados subjetivos de sujetos sociales tienen
aquí que ser teorizadas como propiedades de la realidad misma, en
una dimensión ontológica2
Que
nos remita a esa dimensión ontológica quiere decir, como ya hemos
adelantado, que la realidad de la obra sigue siendo una. Aunque se
trate, bien es cierto, de un tipo de realidad un tanto peculiar: una
realidad lenticular que en cierto modo exige la movilidad y
plasticidad del espectador o el investigador y de la que no podemos
obtener nunca una imagen o una representación única que cierre el
objeto
La lenticularidad, por tanto, no es una
cuestión de perspectiva, o más bien, no es sólo una
cuestión de perspectiva. La perspectiva no cambia gran cosa si la
aplicamos a una foto normal de gatitos...
ahora bien el cambio de perspectiva
aplicado a una realidad lenticular consigue hacernos notar la
complejidad3
de la realidad que estamos tratando.
A todo
esto, por supuesto, podemos sostener que cierto grado de
lenticularidad es una condición necesaria para la obra de arte...
pero por supuesto no es una condición suficiente...
Sin
juegos de palabras y dobles sentidos no habría Hamlet ni
enterrador... pero sólo con ellos no se construye a Hamlet.
Necesitamos
algo más y lo tenemos a mano en EM1 y EM2.
Hablaremos
de lenticularidad en un sentido estrictamente estético cuando las
“perspectivas” que reparten juego no sean las que dependen de que
vengamos de un lado u otro del pasillo de la facultad o el museo,
sino que sean las que derivan de la puesta en juego alternativa y
simultánea de una lógica disposicional o una lógica repertorial,
esto es, de la medida en la que intervengan con mayor o menor
evidencia los modos de lo posible/imposible o los de la
necesidad/contingencia.
Los
modos relativos serán “los que relacionan”, los que pondrán en
relación los elementos de la composición, los que tramarán “lo
relacionado”, que para mi disgusto no serán gatitos ni mariposas,
sino estratos, categorías y valores... que se mostrarán y ocultarán
según pasemos de una hegemonía modal a otra, según muestre una
mayor agencialidad la busqueda de un centro o la huida de él.
Esta
será una condición ineluctable para que podamos empezar a hablar
con propiedad de algo así como un análisis modal. En ningún
caso podremos contentarnos con la identificación en una obra de arte
de este o aquel estrato, categoría o valor... sino que se tratará
siempre de exponer la condición lenticular del objeto o la
experiencia analizados.
Que esa
condición nos impida resolver mediante un sentido o una imagen única
la complejidad de la obra de arte o la experiencia estética no nos
vedará los dominios de lo estético.
Antes al
contrario, será esa condición, esa capacidad para dar cuenta de una
complejidad tan acotada como indecidible la que acaso por vez primera
franquee el paso a una investigación estética digna de ese nombre.
…
1 Hage
ha intentado aplicar la lenticularidad al estudio de dos tipos de
desigualdad, la extractiva y la distribucional tal y como aparecen
en las láminas en las que en vez de gatitos aparecen los habitantes
de la Palestina ocupada.
2 The significance of the lenticular condition is that
situations of ambivalence, vacillation and uncertainty which are
subjective states of social subjects have to be theorized as
properties of reality itself, an ontological condition
http://hageba2a.blogspot.com/2018/03/towards-lenticular-understanding-of.html
3 En
términos modales es obvio que no se trata de que haya varios mundos
posibles, estrictamente sólo puede ser aquello para lo cual se dan
todas y cada una de las condiciones... de otro modo no sería
propiamente posible. En consecuencia, sólo un mundo es
posible: el que de modo efectivo se acaba dando. Otra cosa es que
tengamos la lucidez y los medios de intervenir en ese conjunto de
condiciones de forma que contribuyamos a generar otra configuración
del mundo, pero ojo porque esa otra configuración del mundo a su
vez sólo podrá suceder si se dan -o hacemos que se den- todas y
cada una de sus condiciones de posibilidad.