miércoles, 2 de agosto de 2023
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lunes, 28 de marzo de 2022
Auto-organización, poder y revuelta.
miércoles, 17 de febrero de 2021
Eulabeia y Akedeia como claves del pensamiento estético.
Eulabeia y Akedeia como claves del pensamiento estético.
La cuestión que me planteó es la de la pertinencia que puedan tener determinados términos del vocabulario griego arcaico para ayudarnos a entender las derivas en las que se ha metido buena parte del arte moderno y contemporáneo.
En concreto partiré de considerar dos palabras que no han llegado hasta nosotros más que de una forma harto deformada, pero que resultan absolutamente centrales a la hora de entender el sentido de la “religiosidad” vigente tanto en la cultura homérica como en la obra de Hesiodo;
Las palabras en cuestión son Eulabeia y Akedeia.
Eulabeia podría traducirse como “atención cuidadosa” y alude al tipo de relación que mantenemos con las cosas y las personas permitiendo que éstas se muestren en todo su esplendor, en toda la gloria que les es inherente. En los escritos homéricos la Eulabeia aparece como un refinado talento para escuchar y el ejercicio continuado de este talento. (Kerenyi, 1999: 160).
Este particular talento se organiza a través de la articulación de dos formas de respeto que los antiguos llamaban Sebas y Aidos que, mal que bien, podríamos traducir como asombro y pudor, pero que como veremos están llenas de matices que no pueden ignorarse.
Sebas, de sebein y sebesthai connota el detenerse ante algo con asombro no exento de cierto temor reverencial. Así “sebas” fue lo que sintió Telemaco ante el esplendido palacio de Esparta y sebas lo que siente Odiseo ante la divina belleza de Nausicaa... sebas sienten dioses y hombres ante la flor del narciso que la madre tierra hizo brotar para tentar a Perséfone.(Kerenyi, 1999: 65)
Aidos además de remitirnos a lo pudoroso, nos plantea una forma de veneración basada en la visión convincente. Hecuba quiere provocar Aidos en Hector cuando le muestra el pecho para convencerle de que vuelva a refugiarse en los muros de Troya. Aidos si bien tiene un carácter más activo que el asombro de Sebas, se despliega también poniendo en juego una suerte de modestia que preve y contrapesa el orgullo, la Hybris.
El término Eulabeia fue traducido en latín como “religio” y el caso es que si indagamos en las etimologías propuestas para “religio”veremos cómo aparece de nuevo la “atención cuidadosa”, el talento para la escucha que estaba presente en la Eulabeia. Ese es el vínculo oculto que está presente, tanto si se opta por la etimología que vincula “religio” con re-ligare1 como con la que remite a re-legere2; en ambos casos se pone en obra una atención cuidadosa bien hacia los demás miembros de nuestra comunidad o bien hacia los textos y los rituales que hay que observar.
Por eso lo opuesto a la Eulabeia, a lo religioso no es lo laico, sino lo negligente.
En la Grecia arcaica esa negligencia se entendía como una falta de atención, de respeto, y se le llamará Akedeia. Akedeia significa literalmente “ausencia de cuidado” y se emplea, por ejemplo en la Iliada, para aludir a la falta de la consideración debida a los muertos. Esa Akedeia -en la que se juntan orgullo y brutalidad- aparece siempre vinculada con formas de tristeza o pesar. La “kedeia” que se niega aquí tiene que ver con la deshonra de las obligaciones hacia nuestros parientes y aliados.
Homero lo usa tanto para referirse a los soldados que son indiferentes ante un camarada, como para referirse al cuerpo de Héctor que yacía insepulto y deshonrado en el campamento de los aqueos («Héctor yace descuidado en medio de las chozas»).
Hesíodo en la Teogonía usa Akedeia como una forma de «indiferencia» -como forma de orgullo- que lleva a la perdición al guerrero que ha vencido en una pelea o competición: ἀνίκητος καὶ ἀκηδὴς, «invicto y descuidado».
…
¿Cómo puede ser que estas palabras, antiguas, olvidadas o tergiversadas3, puedan tener aún alguna relevancia para el pensamiento estético contemporáneo?
El caso es que no hará falta que nosotros llevemos todas estas palabras al ámbito de las discusiones en las que se ventila la deriva del arte moderno y contemporáneo. De hecho son estas mismas derivas, estos giros afectivos, relacionales y en última instancia modales del arte contemporáneo los que han ido acercándose al campo semántico que trata de la auto-organización de nuestras vidas como individuos y comunidades.
Esto puede bien ser observado en la pugna -sostenida sobre todo en la segunda mitad del siglo XX- por devolverle al arte y la sensibilidad un caráter situado, arraigado en la corporeidad, los sentidos y sus memorias. Esto resulta especialmente tanto en el arte feminista y queer como en trabajos como los de Dewey en su empeño por concebir el arte como experiencia.
Del mismo modo, una de las tendencias más recurrentes ha sido la de poner en primer plano el carácter relacional4 de las prácticas artísticas. Ello ha supuesto que a las caracterizaciones formales, iconológicas o conceptuales que han organizado las concepciones más normalizadas del arte, se ha ido uniendo una sólida tendencia a acercarnos al arte como repertorio de “modos de hacer” (De Certeau), modos de ver (Berger)... modos de relación en suma mediante los que aprehender tanto las diferentes poéticas con las que trabaja los artistas, como las apropiaciones que de las mismas hacen los espectadores emancipados como Ranciere manda.
Quizás podría pensarse que esta lógica de la atención cuidadosa, si bien está presente en parte de los desarrollos más recientes de las artes vivas en tanto prácticas situadas y relacionales, no deja de tener una importancia muy marginal en relación al conjunto de las artes, sobre todo si las consideramos a lo largo de toda su historia y en su presencia en las más diversas culturas...
Pero hete aquí que justo eso es lo que viene a impugnar la obra de la antropologa Ellen Dissanayake que ha dedicado toda su investigación a identificar un principio o procedimiento capaz de dar cuenta en términos evolutivos de la aparición y la pervivencia del arte y las más diversas formas de la sensibilidad estética. Dicho principio radica en lo que Dissanyake llamará “making special”, un hacer especial mediante el cual convertimos cualquier quehacer en algo que debemos tener presente, puesto que nos aporta una inteligencia concreta y difícilmente sustituible de los procesos de auto-organización que nos constituyen como especie y como cultura.
Creo que no es en absoluto arriesgado sostener que el campo semántico y sobre todo pragmático del “making special” de Dissanayake y el de la Eulabeia o “atención cuidadosa”, pueden bien confluir en el repertorio de conductas y proceimientos que Roger Caillois llamaba lo sagrado concebido como aquello a lo que no podíamos acercarnos, aquello que no podíamos tocar sin riesgo, acaso porque un sentimiento de dependencia íntima retiene, contiene y dirige todos nuestros impulsos y en el que nos vemos comprometido sin reservas (Caillois, 1984: 9)
El arte, el gran arte siempre se ha reconocido por su capacidad para construir ese sentimiento de dependencia íntima, aquello que Lukács llamaba un “medio homogéneo”, en relación al cual podemos comprometernos también nosotros sin reservas.
Referencias
Berger, John, Modos de ver, Gustavo Gili, Barcelona, 2106
Bourriaud, Nicolas: Estética relacional, Adriana Hidalgo editores, Buenos Aires, 1998
Caillois: El hombre y lo sagrado, Fondo de cultura económica, México, 1984
Ciceron: De natura deorum, Harvard University Press, Cambridge, 1994
Dewey, John: Arte como experiencia, Paidos, Barcelona, 2008
Dissanayake, Ellen: Arts and Intimacy, University of Washington Press, 2012
Genette, Gerard: La relación estética, Lumen, Barcelona, 1999
Homero, Iliada. Ediciones Ibéricas, Madrid, 1965
Hesiodo, Teogonía. Dykinson, Madrid, 2014
Kerenyi, Carl: La religión antigua, Herder, Barcelona, 1999
Lactancio: Divinae Institutiones. Gredos, Madrid, 1990
1Como hace Lactancio en sus Divinae Institutiones IV, 28 para quien nos hallamos unidos y vinculados (religati) a Dios por este vínculo de la piedad. De aquí toma el nombre la religión misma...
2Como propone Ciceron en su De natura deorum, II, 72 según el cual a «aquellos que vuelven diligentemente con el pensamiento, por así decir, como si repasaran lo que concierne al culto de los dioses, se les llama religiosi legendo, de la misma forma que elegantes viene de eligendo, y de diligendo los diligentes y de inteligendo los inteligenti»
3Akedeia acabó derivando en la “acedia” medieval que se confunde a veces con la melancolía y que conlleva matices de frustración, aburrimiento y depresión... También aquí el desplazamiento semántico es del mayor interés puesto que aquello que el pensamiento patrístico y medieval entenderá por acedia no es ya lo mismo que la Akedeia griega, pero se podría pensar que alude a sus consecuencias en nuestras vidas. Así las dinámicas de frustración, aburrimiento y depresión pueden bien ser relacionadas con una cultura de la negligencia, con la ausencia sistemática de cuidado, atención y escucha.
4Todo esto ha sido popularizado con diferentes grados de acierto por teóricos de la Estética relacional como Nicolas Bourriaud o Gerard Genette.
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viernes, 10 de agosto de 2018
Cuerpo, ciudad, censuras
Formas de censura.
Vamos ahora a considerar las diferentes formas de “censura” mediante las que se limita no solo el mero acceso a la información, sino también y fundamentalmente nuestra capacidad de auto-organización que en gran medida -y aun contando con los avances tecnológicos- sigue basándose en la capacidad de los cuerpos para articularse entre sí y producir conjuntamente ciudad.
Pero para entender bien de que estamos hablando será preciso que aclaremos dos supuestos que hemos introducido en el párrafo anterior y que necesitan ser bien explicados:
Uno sostiene que ningún cuerpo es una isla. Los cuerpos solo pueden existir y pervivir gracias a su relación, su articulación con otros cuerpos.
El otro que ninguna ciudad es un amontonamiento, una agregación de edificios y flujos de información. Históricamente la ciudad ha querido ser un espacio isegórico. Isegoría en griego clásico aludía a la forma de organización en la que todos -y todas- tenemos acceso al agora como iguales.
Hablaremos de auto-organización cuando suceda que los cuerpos se articulen entre sí formando comunidades capaces de producir ciudad, es decir capaces de producir un espacio isegórico. Sólo así se garantiza que la auto-organización sea contagiosa y produzca más auto-organización
En este sentido puede ser fértil considerar cuatro tipos de censura, según esta funcione produciendo y reproduciendo: miedo, fricción, inundación o ignorancia1.
…
Miedo es el método tradicional y más directo. Suele funcionar bien en sociedades poco tramadas pero ni siquiera en ellas resulta ser de aplicación universal, puesto que no sólo tiende a deslegitimar a aquellos que lo usan sino, sobre todo, porque el miedo igual que se tiene, se puede perder y entonces todo el edificio del poder se desmorona como una castillo de papel dando pie a lo que se ha llamado el “Efecto Streisand.”2. Para evitar tan indeseables efectos se puede orquestar otro tipo de censura que de apoye en multiples agentes interpuestos. La llamaremos “fricción”.
Fricción es la clave de un sistema de censura en el que ya no se trata de evitar el acceso a la auto-organización sino de hacer dicho acceso todo lo engorroso y fatigoso posible, ya sea en términos de tiempo, esfuerzo o dinero. Los procedimientos burocráticos cansinos son un buen ejemplo de una censura por fricción. La Friccion es mucho menos escandalosa que el miedo y no suele producir un grado crítico de deslegitimación... no obstante siempre pude haber campeones del cansinismo que superen todos los obstáculos y logren organizarse. Para evitarlo puede ser bueno explorar un modelo que agudiza aun más los recursos que la fricción pone en juego. A este tercer modelo de censura le llamaremos “inundación”.
Inundación Es el modelo que se basa en la saturación de la oferta y el buen rollo. No es que se amenace al ciudadano por querer participar o que se le permita hacerlo después de todo un maratón de obstáculos. Ahora de lo que se trata es de inundar al ciudadano con un torrente de información y formas vicarias o absurdas de participación. En semejante aluvión quizás haya algo aprovechable pero en su mayor parte se tratará de bulos, visiones sesgadas, versiones contradictorias, etc... el resultado es la desorientación y la neutralización del esforzado buscador de información o de auto-organización.
La inopia es la censura o el orden de desarticulación que se ejerce sobre aquel ni siquiera advierte que se le puede estar escapando algo. Es la censura operativa en el que no sabe que no sabe. Sin duda es la censura más simple y más segura, de no ser porque a medio plazo, si no a corto, a aquello que se nos está escamoteando acabará por mostrarse como una carencia, como un hueco que inevitablemente aspiraremos a llenar.
La ignorancia puede ser tanto el resultado de la inundación como el del miedo.
En todo caso es a partir de esa ingenuidad sobrevenida desde la que eventualmente se pueden hacer preguntas incomodas, como el niño en el cuento del traje del emperador. A esas preguntas inconvenientes, acaso producidas desde la ignorancia o la ingenuidad se contestará, en muchos casos con el miedo o quizás con una nueva oleada de inundación o fricción...
Quizás lo interesante para empezar a hacer análisis concretos de situaciones concretas como la que podemos tener ahora en Madrid o en Río...puede ser representar gráficamente el conjunto de todas las relaciones posibles entre estos 4 tipos de censura y decidir cuales son las que en una determinada contextura histórica y social se hallan operativas.